Antonio Baños: ‘Lo tenemos mejor que nunca porque controlamos la agenda’

Entrevistamos al periodista y excabeza de lista de la CUP, que publica el libro ‘La república posible’

El periodista y activista político Antonio Baños nos convoca en la Meridiana, junto al colegio Jesús-María -‘las monjas ricas’-, porque le hemos pedido que nos respondiera algunas preguntas con la excusa del libro que acaba de llegar a las librerías, titulado ‘La república posible’ (Ara Llibres). Es una obra llena de preguntas y con muchas invitaciones a pensar cómo será el Estado catalán. En el prólogo, él mismo explica que el libro ‘quiere actuar como estímulo intelectual para que el debate constituyente pueda ser un poco más rico y amplio’. Habla de identidad, de cultura política, de valores, de modelos, de diplomacia, de administración, de constituciones, de leyes, de ciudadanía, de la tensión ciudad-país, de organización territorial, de economía, de enseñanza, de cultura y de lenguas. Habla de muchas cosas y se sirve de muchas referencias y reflexiones previas. Con Baños, hablamos de estas preguntas del libro y de estos meses que encaramos en el tramo final del proceso.

 

– ¿Durante cuánto tiempo ha preparado y escrito este libro?

– Cuando empiezo un libro, escribo la fecha al principio para hacer memoria. Y este lo comencé el 6 de octubre de 2012.

 

– ¿Un 6 de octubre?

– Sí. En previsión de lo que pudiera pasar [ríe]. Pero mi vida se ha complicado mucho desde entonces y realmente no pude avanzar con ritmo fuerte hasta agosto del año pasado. Entre agosto y este enero he trabajado en él intensamente. Pero ya tenía mucha documentación recogida. Son cosas que no acabarías nunca. Un dato o un comentario te lleva a otro y es un no parar.

 

– Al leer la introducción, da la impresión de que fue un comentario de Jordi Évole lo que le motivó a escribirlo.

– No fue eso, pero sí uno de los argumentos de los unionistas -uno de los argumentos sin base- es que no se ha explicado cómo sería la república catalana. Pero si hay industria que prospera en este país es la de los libros sobre el proceso. Los hay de todo tipo. Sobre infraestructuras, expolio fiscal, los informes del CATN, los del Círculo Catalán de Negocios… Hay documentación para parar un tren. Y decenas de charlas cada semana, debates… Se han escrito varias constituciones…

 

– Nos hemos analizado por activa y por pasiva y se han hecho muchas propuestas.

– Si hay algo que hemos hecho estos años es explicar por qué queremos la independencia y que queremos hacer cuando la tengamos. Esta frase de Jordi Évole [‘En Cataluña nadie nos ha explicado qué hay después de la independencia’], dicho en hora punta en una televisión española, es ridícula. He tratado de responder a este discurso haciendo una especie de radiografía de la república posible. Con la definición que permite un libro de esta dimensión, para incitar más el debate que no a dar respuestas cerradas.

 

– ¿Ve ignorancia, cinismo o mala fe en estas expresiones como las de Évole?

– Yo siempre creo en la ignorancia. No quiero pensar en el resto de opciones. Es una especie de argumento… como el de la bandera y la cartera… Ahora leía la reseña del libro de Adolf Tobeña, que dice que todo esto es que nos hemos enamorado y que todo es casual y que tiene que ver con TV3. Son argumentos que hacen reír. Y a la vez dan pena. Sería bueno que alguien hiciera un libro de quinientas páginas explicando por qué es mejor económica, social y jurídicamente quedarnos en el Reino de España. Entonces el debate sería en igualdad de condiciones. Algunos con más habilidad y yo con no tanta, intentamos explicar por qué queremos cambiar las cosas. Los que quieren que no cambie nada sería bueno que explicaran por qué ya están bien. Pero creo que todo esto es ignorancia. No creo que Jordi Évole tenga tiempo de leer libros independentistas. El mejor periodista de España tiene mucho trabajo.

 

– Dice que estamos en la misma rueda de hámster desde hace cuatrocientos años… Algo debe haber cambiado.

– Cuando lees el discurso que hace Pau Claris en enero de 1641 en las cortes en un debate con Pau Duran -no Duran i Lleida…-, alucinas. Pau Duran hace un discurso a favor de quedarse en España, mientras que Pau Claris defiende la proclamación de la primera república catalana. Los argumentos de hace cuatrocientos años son casi los mismos. Que los altos cargos son todos castellanos, que hay una inflación en lo alto de la administración y que la gente de la tierra no logra salir, que hay mala administración, que España tiene vocación imperial… Todavía no hablaban de infraestructuras radiales, pero poco faltaba. Los memoriales de agravios no han cambiado. Muchas cosas no han cambiado. Esta es la gran rueda de hámster de los últimos cuatrocientos años. El conflicto entre Castilla y Cataluña comienza en el siglo XVII.

 

– Con estas reflexiones del libro invita a tomarse la república como un campo a explorar y no como un camino a seguir…

– Es un libro de preguntas. No de respuestas. Sólo trato de exponer cuáles son las preguntas correctas que hay que hacer. O abrir un poco algunos campos a los que he llegado con una exploración sumaria. ¿Sabe lo que se había llamado proceso constituyente y que ha quedado un poco aparcado? Pues aquí hay un intento de retratar lo que podríamos llegar a hacer. Por eso hablo de la república ‘posible’. Porque es contingente. No es ninguna utopía. No ofrezco soluciones. Dios nos libre.

 

– También pide que lo que el proceso ha unido no lo separe la república. Es seguro vque determinados debates abrirán grietas.

– Es una frase irónica. Es evidente que la república separará lo que el proceso ha unido. PDECat y ERC serán dos partidos opuestos, y la CUP no votará lo que pueda votar el PDECat… Pero eso será finalmente la normalidad. Ahora, tiene que haber una fase de lealtad a la construcción de la república. Es necesario que los debates sean transparentes y que todos puedan expresarse. Hemos visto estos años cómo lo que parecía muy sólido en el mundo ya no lo es ahora.

 

– ¿A qué se refiere?

– Por ejemplo, cuando comenzó el proceso, el gran peligro era ser expulsados de la UE y dar vueltas sin rumbo por el espacio desconocido. Pero ahora tenemos ‘éxits’, ‘brexits’, ‘nexits’, ‘catexits’ y de todo. En todos los países de la UE hay partidos con propuestas para marcharse. Y esto es algo de hace tres años. El día que hagamos el debate de la UE no será el mismo que habríamos hecho hace tres o cuatro años. Los debates se deben enfocar con mentalidad actual y deben renovarse. Ahora hay debates en la UE sobre los derechos de los robots… ¿La persona electrónica tiene que pagar impuestos? Cuáles son los límites de la robótica y la ética. Parecen cosas menores, pero hay que hablar cuando se construye una república para el futuro.

 

– ¿Habrá que pensar en la ciudadanía de los robots?

– Bueno, es algo más. Hay muchos debates que han cambiado. Por ejemplo, sobre los refugiados. Antes de comenzar la guerra de Siria, no teníamos tan claro que el Mediterráneo era el lugar donde vivíamos. Los catalanes siempre mirábamos al norte. Que si la Dinamarca del sur… que si Suecia… Ahora somos más conscientes de que estamos el sur y punto. Y es en este mar que tenemos aquí de donde vienen los problemas y también las soluciones. Es nuestro mundo.

 

– En el libro hace una exploración sobre la construcción de la identidad danesa y los países nórdicos. ¿Qué podemos extraer o aprender de ellos?

– Hablo de la educación finlandesa, la administración pública sueca, la diplomacia noruega y la identidad danesa. Son los cuatro elementos más destacados. Tópicos, si quieres. Pero los he explorado para ver qué lecciones podíamos sacar. Sobre la identidad danesa, sorprende cómo construyen la identidad nacional al igual que nosotros; a partir de las palabras. Dinamarca se frustró como potencia colonial y militar en la segunda mitad del XIX y deben construir el país a partir de las palabras. Así como nosotros lo hemos hecho con “el seny i la rauxa” (“la sensatez y la rabia”). Y hemos creído que la palabra ‘feina’ (‘trabajo’) y la identidad de ser trabajadores nos definían. Y con esto hemos ido construyendo unas referencias culturales, que son políticas, pero también literarias y sociales… Los daneses han hecho esto mismo que nosotros. Las sociedades viven de las palabras.

 

– ¿Cuáles pueden ser los rasgos de identificación de la república? No podremos partir de cero en este ámbito…

– De cero, no. Hay un capítulo bastante extenso en el libro dedicado a la cuestión de la identidad. Con la cosa esta de que la identidad es una cuestión del pasado y está mal vista, acabamos haciendo el ridículo y no hablamos de ella. Y es al contrario. La construcción de identidades es el gran tema del siglo XXI. Identidades sexuales, personales, comerciales, de consumo, familiares… Quiénes somos y por qué somos es el gran debate del siglo. La identidad no es nada del pasado. Es un debate básicamente de futuro. En este ámbito, un país y su gente no empiezan nunca de cero. Pero sería bueno hacer una autoexploración porque, si queremos ser un país del mundo, debemos plantearnos algunas cosas. ¿Qué significa ser catalán hoy?

 

– ¡Ay!, la Caja de Pandora

– Ya no puede ser sólo hablar catalán. Y, menos aún, llevar barretina. No queremos ser un Estado porque sí. Nada se construye de cero. Los contadores no están a cero. El millón trescientos mil catalanes que vino a principios de siglo ya hace casi veinte años que viven aquí. Ya no son un fenómeno circunstancial. Ya forman parte de la realidad catalana de una manera estructural. Y alguien todavía habla de la inmigración de los sesenta. Todo el mundo ya ha deshecho las maletas.

 

– Catalán es aquel que se queda entre todos los que pasan… ¿Esta definición es suya?

– Sí. Es mía. La dije en un acto en el Palau Sant Jordi donde me invitaron a decir unas palabras y tuvo un cierto éxito. Me aplaudieron y pensé que podía ponerla en el libro. ¡Hay que aprovecharlo! Una vez que te aplauden [ríe]. Si catalán fuera el que vive y trabaja en Cataluña, seríamos muy poquitos.

 

– ¿Podremos construir un país disperso teniendo en cuenta la fuerza y la desproporción de Barcelona?

– Barcelona s un problema. Es un problema que hay que resolver. Se debe tratar. En el libro hablo de dos modelos. Uno que me preocupa mucho. Veo que es lo que los comunes y Colau aceptan, que es el modelo PSC clásico. Una conurbación gigante con mucho poder económico. Forma parte de una idea neoliberal globalista de ciudades-Estado. Imaginan el mundo formado por grandes ciudades que juegan su liga. Entonces, Barcelona estaría más cerca de Nueva York, Singapur, Hong Kong… y más lejos de Parets del Vallès, Badalona o Molins de Rei. Se imaginan Barcelona como un ‘hub’ que mira hacia los otros ‘hubs’ y toda esa mierda.

 

– Una visión egoísta de la ciudad…

– Sí. En el fondo es una idea extractiva. La ciudad extrae recursos del territorio, no devuelve nada y vive de cara a un mercado global financiero. La burbuja de alquileres de Barcelona es exactamente eso. Es el resultado de esta mentalidad neoliberal de Barcelona como ciudad-Estado. La marca Barcelona expulsa jubilados, pobres y trabajadores y pierde la cabeza para atraer lo que llaman talento. Lo que no nos es útil, fuera. Y Barcelona ya no juega la liga catalana. Esto es la ultraderecha. El neoliberalismo más descarnado.

 

– Explique esto de la cultura republicana tomando los viejos palacios vacíos y aplicando el desaprendizaje organizativo…

– ¿Eso lo he escrito yo? Ja, ja, ja…

 

– Lo hemos pescado del libro.

– A ver… Ya sé que estas palabras no gustan a todos, pero a mí me gustaría ser revolucionario. El otro día un pensador alemán decía que entre la reforma y la revolución estaba la ruptura. Si no puedo ser revolucionario, al menos rupturista. Y creo que una de las cosas que tenemos que hacer es pensar más en la cultura republicana. No queda claro qué es la cultura catalana. En las calles tenemos ‘bachata’ y ‘reggaeton’… ¿eso es catalán? ¿No lo es? ¿Por el hecho de estar aquí? Hablamos mucho de cultura catalana y muy poco de cultura republicana. Lo que nos puede unir es la cultura republicana.

 

– ¿Renunciar a la cultura propia?

– Sin renunciar a la cultura catalana. La cultura republicana nos puede ofrecer unas herramientas sociales más neutras culturalmente y más potentes desde la mirada política. Puede crear nuevos vínculos y nuevas identificaciones. Por eso digo que los palacios de la cultura se deben desorganizar. Xavier Diez explica que aquí, como en los países americanos, la adscripción es al país y no a la cultura. La adscripción fuerte debe ser la república. Y que cada uno tenga la cultura de uso que le sea más cómoda. Creo que de esta manera la que puede salir ganando es la catalana.

 

– ¿Y eso no hace añicos el proyecto de Países Catalanes?

– No. Al contrario. Los Países Catalanes no son sólo una cuestión cultural. Esto sería una aproximación sentimental. Debemos superar esta idea. Los Países Catalanes son también una realidad política. Las dinámicas que hay son muy claras. Incluso los empresarios se mueven con más fuerza que nunca para estrechar los vínculos. Son una realidad cultural, pero también histórica, social, económica y política. En la constitución española hay un artículo específico contra los Países Catalanes. Si alguien quiere prohibir algo es porque sabe que existe. Si alguien se pregunta si existen los Países Catalanes, tan sólo tiene que mirar la constitución española. En cambio, la unión entre Euskadi y Navarra está permitida. La razón es evidente.

 

– ¿Duda de la capacidad de éxito de los próximos meses?

– Lo tenemos mejor que nunca. Después de seis años, llegamos a la recta final con todos los triunfos. Controlamos la agenda. Y esto es fundamental. Sabemos qué queremos hacer y controlamos el tiempo. Cuándo aprobaremos la transitoriedad, cuándo convocaremos el referéndum… Gobierno y parlamento tienen la mayoría. Mandamos nosotros. Que ‘el Estado más antiguo del universo’ vaya a remolque de un ‘parlamento regional’, es que tenemos bastante ventaja. Tenemos muchas ganas de salir a la calle y terminar esta situación. Es evidente que hay riesgos. Todo será cuestión de días. O de horas. Quizás dependerá de decisiones que se tomen en una cancillería. Recordemos la mítica conferencia de prensa de Günter Schabowski que hizo caer el Muro de Berlín por error. A saber qué situaciones nos encontraremos nosotros en septiembre. Pero yo lo veo bien encarado.

 

– Pero no lo harán fácil…

– No. Eso no. Pero la comunidad internacional ya ha empezado a moverse. Nadie quiere la independencia de Cataluña. Pero al menos quieren que votemos. Y si el Estado español se opone, cuando hayamos convocado las urnas, que traten de impedirlo. Margallo decía que él sabía dónde estaban las urnas y que propuso asaltar el almacén. Esto lo decía un ministro de Asuntos Exteriores español sobre el 9-N.

 

– Esta idea se les pasa por la cabeza. No la descartan.

– Eso sería fantástico. No digo que sea deseable. Pero sería un revulsivo. Se vería clara la diferencia con lo que proclamamos, que es un Estado democrático. Y el Estado español no lo es del todo. Si hacen un acto de fuerza para secuestrar las urnas, la metáfora la harán solitos.

 

– ¿Volverá a hacer política institucional?

– Hombre… Cuando se convoquen las elecciones en la república… a la presidencia … [risas]. Si lo hacemos como en Italia y Alemania, donde el presidente de la república es un venerable y una figura simbólica, esperaré a tener setenta años para presentarme.

 

– Hacerlo nuevo significa hacerlo diferente…

– Mire, el libro propongo que el jefe del Estado sea el presidente del parlamento. Sería una imagen muy poderosa que quien manda más esté al frente del parlamento. Es decir, que no haya ninguna institución por encima del parlamento. Simbolizaría la raíz democrática de la república. ¿Volver a la política institucional? A saber. No tengo ganas de desvincularme porque la situación es muy emocionante. Pero institucionalmente, a saber cómo acabaremos.

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