Violencia

La violencia es el arte mediante el cual las civilizaciones imponen un determinado marco mental de poder. Desde el intento de ocupación de la sede barcelonesa del PP por parte de los jóvenes de Arran, ha sido sintomático ver cómo la mayoría del catalanismo biempensante ha comprado con indolencia la tesis españolista según la cual una acción coercitiva consistente en enganchar cuatro adhesivos y hacer un poco de griterío podía equipararse al terrorismo de ETA o incluso al fascismo. Me ha dado cierta vergüenza ajena ver a los políticos de la tribu acariciando a García Albiol como si en la sede del PP hubiera caído ‘Little Boy’ y Enric Millo hubiera salido como una adolescente con la piel quemada. He visto a Albiol, pequeño aprendiz de Le Pen, uno de los pocos políticos que se ha presentado a unas elecciones con un eslogan donde se hablaba de “limpiar Badalona” (de basura humana, se entiende), lloriqueando y exigiendo tolerancia, abrazado por mis políticos. Catalunya nunca dejará de sorprenderme.

A mí me puede resultar más o menos oportuna y de mayor o menor mal gusto la acción de los muchachos de Arran, pero entiendo perfectamente que haya activistas del país que no quieran quedar indiferentes ante el mayor acto de violencia que se ejerce hoy contra los ciudadanos de Catalunya: negarles la voz en un referéndum a fin de que decidan su futuro en tanto que seres adultos, libres y responsables. Que el Partido Popular, autor intelectual de la ley mordaza y de una persecución pseudo-estatal contra los políticos catalanes electos inaudita en toda la Europa civilizada, pida clemencia contra la acción pacífica de unos manifestantes ya tiene su coña. Pero que todo el catalanismo corra a abrazar a quien precisamente les niega la papeleta y la urna para votar es directamente delirante: la cosa no va de si te gusta o no la CUP, insisto, sino de comprar el marco mental de quien te está ahogando.

De aquí que aplauda no sólo la acción de Arran y la presencia de Anna Gabriel y de David Fernàndez en la calle Urgell (donde no hace tanto de tiempo, por cierto, los que hoy se escandalizan se manifestaron cuando Ángel Acebes mentía sobre la autoría de la masacre del 11-M del 2004), sino que sumo la pluma a la voz de la cara visible de Arran, Mar Ampurdanès, que con una edad que intuyo insultante resumió en una intervención de pocos minutos todo lo que le falta de sensatez al independentismo, mofándose de la vía pactada de un referéndum que se tiene que celebrar en otoño y la cual todavía no tiene ni fecha. Si esta ocupación hubiera provocado una reacción positiva del Govern, insistiendo en que la votación se hará y que la fecha se anunciará muy pronto, harían falta todas las condenas del mundo. Pero ante toda esta lagrimita compasiva, los de Arran me parecen moderados.

Ocupar un local del PP no ha quitado ni una gota de pacifismo ni mucho menos de legitimidad democrática al proceso soberanista, porque –de momento– el monopolio de la violencia lo tiene el Estado español y lo ejerce sin tantas manías. Que un grupo de chavales saque a relucir las vergüenzas de nuestros líderes no tendría que indignarnos, sino que les tendríamos que aplaudir como se merecen. ¿Violencia? La tuya, Albiol, la tuya.

ELNACIONAL.CAT