Carles Boix: ‘Con el referéndum, somos como los israelitas ante Jericó’

Entrevista al profesor de ciencia política de la Universidad de Princeton (EE.UU.) sobre el tramo final hacia el referéndum

Carles Boix (1962) es catedrático de la Universidad de Princeton (EE.UU.) y titular de la cátedra Robert Garrett de política y asuntos públicos. Dirige el Grupo de Investigación sobre Instituciones y Política Económica (IPERG: http://www.ub.edu/iperg/) de la Universidad de Barcelona. Es una voz respetada internacionalmente en el mundo académico por sus estudios sobre política comparada, bienestar, igualdad y economía política. Es un independentista declarado, miembro del Colectivo Wilson y del Consejo Asesor para la Transición Nacional (CATN) creado por el presidente Mas. El jueves pasado comió con el presidente Puigdemont y el consejero Romeva en Nueva York y nos concedió esta entrevista al día siguiente. Hemos hablado con él de estos meses que faltan para llegar al referéndum, de las consecuencias que pueden tener las vías que se abren a partir de ahora y de las dudas o incertidumbres que todavía hay que resolver.

 

– Dicen que la distancia ayuda a ver más claro. ¿Cuál es la mirada desde los EE.UU.?

– Mire, esto es difícil de responder, porque yo voy y vengo muy a menudo. En este sentido, la distancia es relativa…

 

– Entonces, está contaminado…

– Exacto. Estoy contaminado.

 

– Hablando de contaminación… Hace pocas horas que ha comido con el presidente Puigdemont. ¿Cómo lo ha visto?

– Lo veo bien. Optimista y tranquilo. Con muchas ganas de llevar las cosas al final. También lo he visto prudente. Quiere llegar hasta el final. Quiere hacer el referéndum antes de terminar septiembre. Es consciente de que hay también estar atentos a la actitud y la reacción del Estado español. No en el sentido de aplazar o cancelar la convocatoria del referéndum. Sino que la prudencia razonable aconseja permanecer siempre atento a los movimientos del adversario y del entorno. Pero tengo buenas vibraciones con él. Me gusta. Creo que es la persona adecuada para este momento. Dispara directo. Esto es de agradecer. Al menos para mí.

 

– Hace tiempo que había reivindicado la necesidad de hablar más claro. De decir las cosas de manera más directa. ¿Está satisfecho, del cambio de Mas a Puigdemont?

– Hemos cambiado. Y ahora las cosas se dicen de manera más explícita.

 

– Esto ayuda en el momento actual…

– A mí me gusta. Dejémoslo en que personalmente me gusta. Se debe entender que hay gente que está en momentos diferentes de maduración. Y ahora las cosas se hacen más explícitas. Creo que es bueno de hablar de las cosas claramente y dejar de utilizar subterfugios y curvas. Además, hay que hacerlo pronto.

 

– El referéndum será en septiembre como mucho. ¿Encuentra que es un buen momento? ¿Le hace sufrir el que vayamos un poco tarde?

– Sería un irresponsable si no me hiciera sufrir.

 

– Pero también debería haber sufrido hace medio año.

– Tengo que decir que yo he hecho un proceso evolutivo. Siempre había propuesto hacer elecciones y convertirlas en un referéndum. Me había adherido a aquel intento último de hacer una lista blanca para reunir todo el voto del sí. Cuando se votó el 27-S, entonces comenzó un proceso de movimiento hacia el referéndum. Primero era poco explícito y finalmente fue oficial. Al principio, yo tenía una cierta prevención por dos razones. Primero, porque teníamos la experiencia del 9-N, que había sido positiva, pero que no se podía repetir. Me daba miedo que el referéndum se convirtiera en otro 9-N. Otra prueba y no un referéndum de verdad. En el momento en que el gobierno promete que esto no será así y que se hará un referéndum con todos los pormenores -vinculante y con toda la implicación del aparato de la Generalitat-, eso me hace ser favorable a hacerlo. Si tuviera que ser un nuevo 9-N, no valdría la pena.

 

– ¿Y la segunda razón?

– Ya se había hecho el 27-S. Ya se había votado a favor de la independencia. Pero ahora estoy más convencido de que el referéndum será un ejercicio de democracia más allá del apoyo mayoritario o no a la independencia. El apoyo institucional y popular al referéndum es muy grande. Y esto da fuerza a este movimiento. Más del 70% de los catalanes dice que irá a votar si se hace un referéndum unilateral. Esto es muy significativo. Después de todo este proceso de reflexión y de observación personal, estoy a favor del referéndum.

 

– La duda es hasta qué punto está dispuesto a llegar el Estado español para impedirlo. Y hasta dónde está dispuesto a llegar el gobierno de Puigdemont. ¿Veremos esto en los próximos meses?

– Ciertamente. Este es ahora el terreno de juego. Ahora se trata de hacer el referéndum y de ejecutar el resultado. Es en este marco donde no sé predecir cómo iremos de calendario. Habrá que ver qué pasa. De momento, el gobierno español apunta a la vía penal contra Puigdemont por el presupuesto. Parece que tiene ganas de follón. El tono es de amenaza directa.

 

– ¿Se toma el referéndum como el único plan posible o como un ardid para conseguir un desenlace posterior?

– Me tomo el referéndum como un ejercicio de afirmación democrática y de la soberanía que corresponde a Cataluña. Las garantías que se prometieron en el pacto constitucional español no se han cumplido. El paso del estatuto por el Tribunal Constitucional convirtió en letra muerta el referéndum con el que el pueblo catalán había aprobado ese texto de mínimos. Y todo ello ha habilitado el camino que hemos emprendido estos últimos años. Se ha dado la vuelta a la tortilla. La respuesta del referéndum es sobre todo una afirmación de los derechos de Cataluña. No puedo saber qué pasará después. Pero si el referéndum se hace con las garantías necesarias, la participación adecuada y el resultado es un sí más que el no, entonces el gobierno deberá ejecutar el resultado aunque sea de forma unilateral. E, incluso en este caso, siempre tendrá que haber una voluntad de negociación con el Estado español. Pero esto dependerá mucho de todo este proceso hasta proclamar la independencia.

 

– ¿Qué quiere decir?

– Con el referéndum, estamos como los israelitas frente a Jericó. Con trompetas. Al final, la muralla cayó. Y eso no quiere decir que entraran en la ciudad inmediatamente. Pero hizo falta ese momento para poder pasar a la acción después. Parece que sin el referéndum no hay manera de penetrar. Y esto pasa, en buena parte, por las ambigüedades de una parte de la sociedad y, especialmente, de algunos políticos catalanes. Sabemos que hay un bloque de sí. Sabemos que hay un bloque de no. Y luego hay un bloque que juega en el medio y que, en lugar de ser responsables y definirse, no se comprometen. Y esto fuerza a pedirles un paso más.

 

– Está hablando del mundo de los comunes y de Podemos… Ponen en duda que el referéndum se pueda hacer con las garantías democráticas. No creen que pueda ser vinculante ni decisivo … ¿Qué opina?

– Me pierdo un poco, con todo este lenguaje. Es el lenguaje del procesismo. Ha ido explotando en las manos de aquellos que lo utilizaban. Unió ya ha desaparecido… En la medida en que este sector de los comunes se implique, el referéndum será más factible, más decisivo y más vinculante. Y, sin embargo, debemos tener en cuenta que una cosa son los dirigentes de este sector político y la otra es la gente que los vota. Cuanto más te alejas del núcleo duro de estos partidos más partidarios del referéndum hay entre los simpatizantes y votantes. Sus clientes quieren ir a votar aunque el referéndum no sea pactado con el Estado.

 

– El referéndum se convocará activando un apartado de la ley de transitoriedad pero no el resto, que entrará en vigor si el resultado es favorable a la independencia. ¿Le suscita dudas este mecanismo?

– Yo no he visto el texto de esta ley. Dicen que ya se ha redactado, pero no lo he podido leer. Yo la equipara en este momento a un mandato para hacer un referéndum con unas cláusulas que hacen función de detonador retardado. Pero el mandato para hacer el referéndum es como estaba en Escocia. Y esto es muy sencillo de entender por todo el mundo. La ley de desconexión es una ruptura con la legalidad actual pero sujeta a la voluntad de la gente. El presidente Puigdemont explicó que, si el referéndum se perdía, disolvería el parlamento y se convocarían elecciones autonómicas. Pero si el referendo se gana, habrá que administrar la victoria y quieren hacer elecciones de carácter constituyente a los seis meses.

 

– Antes de llegar a todo esto, se debe hacer el referéndum. ¿Qué debería pasar ahora? ¿Le parece que se dan los pasos que tocan?

– Le dije al presidente que, si todo esto iba en serio, debería comenzar la campaña del referéndum. En Escocia la campaña comenzó muchos meses antes de votar. Su respuesta fue que los partidos ya empezaban a hacer campaña. ¿Cómo interpreto esta respuesta? Para mí, no es la respuesta ideal. Yo quisiera una convocatoria con una campaña institucional. En este sentido, ver que la campaña de verdad no ha comenzado me preocupa y me hace ser un poco escéptico. Y sin embargo entiendo que hacer una campaña institucional implica hacer la convocatoria y, por tanto, entrar en el combate con el Estado. Si con la aprobación del presupuesto el Estado ya quiere activar la vía penal contra el gobierno, imaginemos cómo reaccionará cuando se convoque el referéndum. Cuando ocurra, se puede precipitar todo. Por lo tanto, la pregunta real es: cuando estamos dispuestos a traspasar la línea. Quizá ya venga bien que haya la promesa de referéndum para septiembre y que de momento sean los partidos los que hagan una campaña no tan institucionalizada.

 

– En algún momento se deberá crear una plataforma del sí y una del no con financiación pública y validación del parlamento…

– Eso sería óptimo. Estamos de acuerdo. Tiene que haber una campaña oficial con dos plataformas y argumentos por todos los lados. Hay que calcular bien el momento, pero no creo que haya que esperar mucho más. Las posiciones ya hace tiempo que no se mueven. El Estado español no cambiará de actitud. Las mayorías institucionales españolas no varían. No hay ninguna grieta en el Estado que pueda favorecer una vía negociada. Allí no se mueve nadie. Por lo tanto, ¿a qué esperamos? Tendría sentido esperar si hubiera indicios de cambio.

 

– ¿Esta espera implica algún riesgo?

– Aquí las posiciones no se mueven. E internacionalmente, sí vemos algunos movimientos cada vez más excluyentes de la concepción de la nación. Se acabó la época Obama. En Francia podría ganar la Le Pen, aunque las encuestas digan que no. Pero las encuestas también decían que Trump no ganaría. El Reino Unido va saliendo de la UE. Hay un endurecimiento o una pérdida evidente de sensibilidad democrática en el ámbito internacional. Esto no nos favorece. Especialmente, los cambios que se viven en Europa. Los Estados Unidos están lejos y la gente de allí ve con buenos ojos la autodeterminación. De una manera espontánea y natural. Va con el carácter de los estadounidenses. En relación con Cataluña, me preocupa más el endurecimiento de posiciones en el continente europeo.

 

– Entonces, ¿debe preocuparnos la cuestión del reconocimiento cuando se proclame la independencia?

– Haré un calco del castellano para responder: ‘debe ocuparnos pero no preocuparnos’. Hay que trabajar sin descanso. Especialmente, debe trabajar el gobierno con los contactos y visitas que ya hace. Ahora tenemos ministros y presidentes que llaman a puertas y hay que ir a presentar el caso en todas partes donde los reciben.

 

– Se desprende de sus respuestas que no hay que dejar pasar más tiempo. Que hay que encarar la portería.

– Yo creo que sí. Hace años que le damos vueltas. Hagámoslo. Y, si no, reconozcamos que no lo queremos hacer. Yo creo que sí que se quiere hacer, pero hay que resolverlo ahora. Hay que intentarlo. Si no lo conseguimos, no pasa nada. Pero es mucho peor no haberlo intentado. Hay que cerrar el proceso lo antes posible. No podemos estar siempre moviendo los postes de la portería y diciendo que buscamos la mejor posición para chutar. Pongamos los palos y chutemos. Ahora hay que chutar a portería. Y ya veremos qué pasa.

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