Los papeles inéditos de Miguel Mateu sobre el franquismo

La actividad del exalcalde de Barcelona como embajador en París en 1945

El archivo del monasterio de Poblet es noticia porque gracias a un acuerdo con la Generalitat pasará a ser una sección territorial del Arxiu Nacional de Catalunya con autonomía propia. El convenio facilitará el tratamiento archivístico, la digitalización y difusión de los fondos que incluyen el archivo monástico, el de la Casa Ducal de Medinacelli y el archivo Montserrat Tarradellas, creado por el president Tarradellas y enriquecido con otros 62 fondos entre los que destacan los de Lluís Gausachs, Jaume Miravitlles, Carles Sentís, Joan Antoni Samaranch, Josep M. Bricall, Manuel Ortínez, el general Batet y Paul Preston.

La última incorporación al archivo de Poblet son los fondos del abogado y exdiputado Jorge Trias, tal como ya informó este diario (26/III/2017). Son 163 cajas de documentos, mayoritariamente referidos a su padre, Carlos Trias, falangista de primera hora y teniente de alcalde de Barcelona entre 1939 y 1945. Pero también hay parte del archivo personal de Jorge Trias y nueve cajas relacionadas con el empresario y político Miguel Mateu Pla (1898-1972).

La documentación relacionada con Miguel Mateu es prácticamente inédita y se relaciona con los periodos en que fue alcalde de Barcelona (1939-1945) y los dos años en que fue embajador de España en Francia (1946-1947. Es un material imprescindible para entender la posguerra y para la biografía de un personaje clave dentro del franquismo, exponente de la burguesía catalana que apoyó al Caudillo. La relevancia de estos fondos para los historiadores queda de manifiesto en algunos de los informes y documentos que se relacionan a continuación.

El 16 de noviembre de 1944 Franco nombra embajador de España en París a Miguel Mateu, que acaba de dejar la alcaldía de Barcelona. La ayuda de los exiliados republicanos a la resistencia francesa y la estrecha relación entre los maquis y los comunistas eran un quebradero de cabeza para el franquismo. Y Mateu, por sus contactos empresariales, podía romper el aislamiento de España. Según un documento, su sueldo personal era de 27.000 pesetas anuales, más 90.000 por “gastos de representación´”.

Nada más llegar a París, Miguel Mateu empezó a desplegar una gran actividad. Enviaba informes a diario al gobierno de Franco. Informaba sobre la situación política internacional y cuestiones relacionadas con los refugiados españoles (completados con dossieres del policía Pedro Urraca, el mismo que detuvo a Companys). Se quejaba, por ejemplo, de las manifestaciones de protesta contra los cónsules españoles, de la presencia de “guerrilleros desarmados que pululan por Toulouse” y del sindicato de policía de Perpiñán, que “ha tomado el acuerdo de negarse a cumplir las órdenes que pudieran dársele para proteger al cónsul de España”.

Miguel Mateu intentó un acercamiento a los aliados y romper la imagen de una España prohitleriana. En una de sus primeras notas pide que se desmienta “la patraña” de que barcos alemanes se han abastecido en los puertos del Cantábrico. En otra, dice que se ha quejado al Quai d’Orsay por ataques de la prensa que atribuyen “al gobierno español el envío a prostíbulos de niñas arrancadas a sus hogares y por tratar de felones a los oficiales españoles”. En una nota del 5 de abril de 1945 dice que de 245 noticias de la prensa francesa sobre España, sólo seis son favorables.

Interesante es su advertencia sobre la llegada de los deportados internados en los campos de concentración de Buchenwald, Bilsen y otros. “Las manifestaciones de estos deportados no pueden ser más terribles para los alemanes. Han cometido con ellos horrores de todas clases, y el clamor que este trato inhumano ha levantado aquí es general. Muchos vienen con sus número tatuados en los brazos. Se ha probado que en Buchenwald hubo un promedio de 300 muertes diarias”. Días después informa que ha llegado a París “el joven Jorge Semprún, hijo del ex gobernador civil de Toledo y cuñado de Maura”, detenido en Buchenwald.

En abril, recién acabada la guerra, llegan a París dos vagones llenos de naranjas para ser repartidos entre la población francesa. Era una iniciativa de Mateu, que pide que se repita, por su buena acogida (“es en los sectores pobres donde existe un ambiente más contrario a nosotros”). El 19/IV/1945 informa que en Francia hay de 2.000 a 2.500 mutilados republicanos y pregunta “si se pudiese encontrar una manera de ayudar un poco”.

Se sabía que en el castillo de Peralada, propiedad de Miguel Mateu, se alojó Franco de camino hacia Bordighera para entrevistarse con Mussolini o que allí se celebró en 1940 una reunión con altos mandos nazis cuando estos ocuparon Francia. Pero los documentos de Poblet revelan una cumbre secreta entre la cúpula militar franquista y la gaullista, a punto de finalizar la Segunda Guerra Mundial. La iniciativa de Mateu pretendía que los militares franceses controlaran a los republicanos españoles que les habían secundado en su lucha contra los nazis, los desarmaran y alejaran de las frontera.

En un documento de cinco páginas, Mateu informa al ministro Félix de Lequerica del encuentro celebrado el 20 de enero de 1945 en Peralada, al que por parte española asistieron “los generales Ungría y Madariaga, los tenientes coroneles Moyano y Montesinos, el comandante Castro, el capitán Maristany, mi secretario y yo”. Y por parte francesa, “el general Caille, el cónsul general de Francia en Barcelona sr. Coiffard, el capitán Fontaine y el teniente Delon”. Hubo comida y una sobremesa que se prolongó dos horas. Hablaron de “la situación general de Francia y de la guerra, las actividades de los rojos españoles y la cuestión de Andorra”.

El general Caille, jefe de la frontera de los Pirineos, a quien define como “amigo y colaborador del general De Gaulle”, les explica que hay de 7.000 a 8.000 exiliados en el sur de Francia “perfectamente vigilados, prácticamente desarmados y, en su mayoría, alejados a 40 o 50 km de la frontera”. Reconoce que su manutención corre a cargo del gobierno francés y que cuentan con complicidades, razón por la que no pueden ser internados, como al parecer se le pide. En un momento dado se refiere a ellos como el “joli cadeau” que hizo España a Francia. Los militares españoles replican: “Mándenoslos usted para España”.

Según este informe, el general Caille añadió que “los rojos españoles tienen una ignorancia completa de lo que pasa y de lo que les pasaría en España”, y una discreta propaganda estimularía su repatriación. Por otra parte, el general se queja de que unas locomotoras francesas están retenidas en la frontera de Canfranc.

Mateu, en otra carta al ministro, informa de que a poco de llegar “me enteré de que en el campo de concentración de Noé se habían internado 24 guardias civiles y soldados que los individuos del maquis español, rechazados por nuestras fuerzas hace unos meses, habían traído con ellos en calidad de prisioneros”. La nota (17/III/1945) precisa que los 24 detenidos “han sido acompañados hasta la frontera por las autoridades militares francesas y han pasado por los Pirineos (Pont du Roy) el 22 de febrero ”. Fue su primer éxito diplomático como embajador.

Cuando Miguel Mateu llega a la embajada se encuentra sobre la mesa el “conflicto de Andorra”. Un grupo de maquis ha intentado ocupar la radio de Andorra, y Francia tiene allí un centenar de gendarmes. España ha enviado también a la Guardia Civil. Entre los documentos de Poblet figura un informe de 14 páginas (Situación política social de los valles), fechado en Les Escaldes a 4 de febrero de 1945, que el jefe del destacamento de la Guardia Civil envía a las altas instancias políticas.

Para el jefe de la Guardia Civil el drama de Andorra es “el choque de una constitución política y social de la edad media con las exigencias de la vida moderna”. Empieza por decir que “Andorra era un país pobre”, pero “acaso no haga más de veinte años” empezó un gran cambio: explotación de hulla blanca, creación de la hidroeléctrica Fhasa [de la que era consejero Miguel Mateu], Ràdio Andorra, red de carreteras, hoteles, turismo… También señala el deseo de los andorranos de “conservar la independencia, no ser españoles ni franceses”, ya que “para ellos es substancial, porque ahí radica la base de su bienestar, logrado a base de las concesiones aduaneras y de las posibilidades de su intenso contrabando. Además gozan de una gran libertad, no pagan tributos apenas, ni están sujetos al servicio militar”.

En su descripción del país reconoce que “el idioma oficial es el catalán y la población es catalana por raza, por costumbres, por su cultura”. Y añade: “Del mismo modo que afirmamos que el territorio y la población son catalanes, mejor dicho españoles, es preciso aclarar que el Estado Español no tiene directamente ninguna soberanía de derecho y que esta corresponde íntegramente a los dos copríncipes”. De ahí que proponga actuar siempre a través de la mitra, incluso hasta el punto de poner el escudo episcopal sobre la bandera española. A otro nivel, pide reforzar la enseñanza para evitar que vayan más alumnos a la escuela francesa, como pasa en Canillo. Y sugiere enviar maestros catalanes porque dominan el habla de los andorranos (“es preciso españolizar con palabras catalanas”). También analiza el limitado papel de la policía andorrana (un jefe y seis policías), de la que dice que no controla nada. Y además, “el jefe bebe bastante y es incondicional de los franceses”.

“Si queremos hacerla española es preciso tratar de lograrlo con una política hábil y continua pero sin decirlo. Incluso si llegásemos a la absorción, dejarles por mucho tiempo la ilusión de independencia, como por puro formalismo”, dice. Propone retirar a la Guardia Civil, pero que quede en La Seu d’Urgell de tal modo que “vayan con frecuencia a Andorra, utilizando cualquier pretexto, con objeto de que no se pierda la relación con la población y se acostumbren a ver la Guardia Civil en dependencias del Episcopado”

LA VANGUARDIA