21-D: un Estado contra un Estado

Las elecciones del 21 de diciembre son unas elecciones ilegítimas e ilegales, convocadas por quien no tiene potestad para hacerlo y que las quiere utilizar en contra de los independentistas, utilizando la estrategia de siempre: dividirnos y enfrentarnos. Hace pocas semanas todo apuntaba a que, después de aplicar el artículo 155, convocarían elecciones dentro de seis meses si la situación les era favorable, o más allá aún si les era necesario. Pero las convocaron para antes de final de año, con una rapidez que sorprendió a todos y que tiene una parte de explicación en el hecho de que la comunidad internacional no quiere que la ocupación de Cataluña no tenga fecha de caducidad.

La trampa, por tanto, no es de calendario, sino que radica en el hecho de que no entendamos que las tenemos que ganar a toda costa. Si las ganamos, especialmente en la medida que sea una victoria clara e indiscutible, quedará abierto el camino de la negociación y de la mediación internacional, en un nuevo marco en el que los gobiernos catalán y español tendremos que aceptar, juntos, el resultado de la mediación. Si las perdemos, por el contrario, no sólo tendremos legitimado, porque el independentismo habrá participado en ellas, sino que habremos sufrido una derrota de la que costará recuperarse.

La única opción, pues, es ganarlas y hacerlo de forma incontestable. Y esto quiere decir dos cosas: conseguir un resultado claro, que sólo admita una lectura, y lanzar un mensaje nítido, sin ambigüedades. Un resultado claro sólo es aquel que permite leer que más del 50% de los electores ha votado a favor de la misma opción y que, en consecuencia, hay más del 50% de los diputados que son de esta opción. Objetivo: mayoría absoluta de votos y de escaños. ¿Difícil? Seguro. ¿Imposible? No. ¿Qué necesitamos? Trabajar todos juntos para conseguirlo y convertir estas elecciones en unas plebiscitarias de verdad.

¿Se puede conseguir con dos, tres o cuatro listas por separado? Quizás sí, pero nosotros estamos convencidos de que la unificación de votos en defensa de unas ideas básicas (vuelta de los presos políticos, defensa del Govern legítimo, fin de la intervención estatal Y construcción de la República) ofrece un resultado más claro, más nítido y más fácilmente comprensible por todo el mundo que no una suma previa de resultados menores. Eso sin contar, porque es necesario no enredar a nadie, que si los independentistas nos presentamos con diversas opciones habrá las discusiones habituales, que son más desmotivadoras que cualquier otra cosa.

El día 27 de octubre proclamamos que constituíamos un nuevo Estado. Algunos sabían, y los otros lo hemos sabido después, que no lo podíamos defender y empezar a construir de la manera que nos habíamos imaginado y que nos habían dicho. Pero, a pesar de todo, hemos dado un gran salto adelante. Tenemos un Estado proclamado y una parte del Gobierno legítimo en prisión y el resto en el exilio. Tenemos una legalidad y una legitimidad que no podemos poner en riesgo. Tenemos un Estado incipiente, en formación, que hay que defender, ir consolidando y construyendo. Cualquier cosa que hagamos, estas elecciones incluidas, debe estar inscrita en esta lógica. Lo contrario nos debilita.

Por el otro lado tenemos un Estado tocado, herido, irritado y humillado; pero fuerte. Al menos mucho más fuerte que el nuestro. Y ahora nos ha puesto un engaño del que no podemos escapar y que hemos de transformar en una nueva oportunidad (¿recordamos el dicho de ‘los catalanes, de las piedras hacen panes?). Por delante tenemos la primera gran confrontación democrática de un Estado contra otro. No son Estados equiparables en fuerza, pero tampoco lo eran David y Goliat.

Si por un instante visualizamos nuestro Estado, veremos un Estado representado por un Gobierno y por los ayuntamientos, las únicas administraciones que tenemos vivas y activas. Hagamos una única candidatura, encabezada por los miembros del Gobierno, por los dos Jordis -los representantes de todos nosotros, no elegidos en unas elecciones pero con quien la mayoría nos sentimos más identificados- y por los Alcaldes de nuestros pueblos y ciudades. Añadamos también un montón de gente que representa lo que vimos y defendimos el día 1 de octubre.

Nosotros defendemos que la mayoría parlamentaria surgida del 21-D restablezca en su sitio al Gobierno legítimo cesado por el PP, el PSOE (incluido el PSC, no nos olvidemos) y Ciudadanos: es decir el Gobierno presidido por Carles Puigdemont, con Oriol Junqueras de vicepresidente y el resto de consejeros que están en la cárcel o el exilio. No queremos ningún otro ni nos hace falta ningún otro, porque no sería justo y porque sería legitimar, nosotros mismos, lo que ha hecho el artículo 155. ¿Es que algún independentista podría aceptarlo? Por tanto, no entendemos por qué se necesitan más candidaturas si todos los independentistas de buen corazón estamos de acuerdo en un objetivo tan sencillo y digno como este.

Por lo tanto, vayamos al grano. Es necesario que hoy nos sentemos y negociemos. Proponemos hacerlo de forma abierta y pública. Todos, ellos y nosotros -que ya nos debemos a los que han firmado y están firmando para recoger las más de 55.000 firmas necesarias- tenemos la obligación de ser transparentes y contagiar confianza. La ilusión y la fuerza están en la calle. Este sábado lo demostramos nuevamente y lo demostraremos también, a buen seguro, el día 21 de diciembre.

* Artículo firmado por Francesc de Dalmases, Aurora Madaula, Toni Morral y Pere Pugès, promotores de la candidatura de unidad cívica http://www.llistaunitaria.cat/

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