El fin de la magia

A la Historia sin fin hay un momento que la pantera cínica le dice al Atreyu, el joven guerrero voluntarioso que intenta salvar Fantasía sin mucho éxito: “A medida que la gente pierde la capacidad de soñar, también pierde la esperanza y se va volviendo cada vez más fácil de controlar”. La novela de Michael Ende explica muy bien la relación creativa que tienen la realidad y la imaginación. A medida que la gente deja de creer en sus sueños, también deja de creer en aquello que piensa o dice. Entonces la realidad se va empobreciendo hasta quedar reducida a una cuestión de contabilidad y salvajismo.

Si los poderes del Estado aprovechan la situación de Catalunya para exhibir su fuerza arbitraria es porque saben que no hay nada que pueda existir sin un poco de magia y de imaginación. Como pasa en las posguerras, el poder se presenta de la forma más descarnada posible. Una vez obtenido el control del territorio y de la vida material de los vencidos, el último paso es doblegar su espíritu. Para rematar el independentismo, el Estado necesita aplastar la capacidad de los catalanes de creer en el imaginario que lo hizo emerger. Sólo cuando creamos que hemos vivido unos años absurdos, la unidad de España estará segura.

La función invisible del 155 es conseguir que la gente deje de sentirse libre de pensar —y de actuar— como hace unos meses. Cierta o falsa, la noticia que Pablo Iglesias estudia cambiar el nombre de Podemos es el resumen del clima fatalista que el gobierno del PP trata de consolidar a través de los tribunales y de la prensa. Antes de abordar cuatro reformas que puedan volver a maquillar de legitimidad el sistema que el conflicto con Catalunya ha desenmascarado, Rajoy necesita tener la oposición arrinconada. Da igual si la arrincona en una queja inútil, como más ofendida mejor, o en una resignación hedonista de tal dia ara un año.

La oleada criminalizadora que sufrimos no se entiende sin la batalla psicológica que el Estado intenta plantear a sus ciudadanos. Como ha pasado otras veces en la historia, el gobierno español utiliza las pulsiones autoritarias que van aflorando en el continente para legitimar la represión y asegurarse su unidad política. En toda Europa los estados se tambalean y algunos tratan de contener los cambios fomentando discursos alarmistas. Nada contribuye tanto a matar la imaginación y el pensamiento como la urgencia de encontrar soluciones que se apodera de la gente cuando cree que necesita protegerse del mundo exterior.

Cuando la gente se ve a sí misma a través de sus necesidades más que a través de sus anhelos, busca subterfugios y es más fácil de asustar y de dirigir. La cobardía y el miedo avanzan como un dominó y se filtran en los ámbitos íntimos de la vida, de manera que es difícil que ni los más valientes se puedan llegar a abstraer del clima. Igual que pasa con el mundo Fantasía en la Historia sin fin, es probable que los próximos años tengamos que ver cómo nuestro universo se va encogiendo y que tengamos que volver a defender ideas que habíamos dado por descontadas.

ElNacional.cat