El racismo del señor Madrazo

En cualquier manual básico de teoría política la gestión del poder institucional en democracia se concibe a partir de su previa capacidad de acumulación o hegemonía social. Esta regla, que ha valido para el conjunto de fuerzas políticas que han accedido durante el posfranquismo a alguna cuota de poder institucionalizada en Hego Euskal Herria, no se ha cumplido en el caso de IU de Vascongadas.

A partir de ser el convidado obligado en Lakua para suplir simbólicamente la ausencia de sus primos socialistas, han convertido la necesidad en virtud. El señor Madrazo y la fuerza que representa, a partir de la oportunidad histórica, quizás irrepetible, que le brindó la noria política vasca, no sólo han intentado gestionar la parte que les tocó en gracia de manera nepótica, pero con mácula de progrerío; no sólo han tratado de colocar clientelarmente a sus cuadros políticos, sociales y sindicales al abrigo del puesto de trabajo de la función pública. Han pretendido hacer más que eso. Una fuerza minoritaria y en retroceso, como IU en nuestro país, se ha marcado el serio propósito de construir y ampliar su exigua base social y electoral a partir del privilegio que le otorga esta oportunidad única de gestionar poder institucional.

Son humanos, demasiado humanos y no han podido resistir la tentación. Y como los cuadros más cualificados se han reciclado en asesores, técnicos y funcionarios, pretenden hacerlo en base a la triple receta de un poco de cheque, un bastante de discreta coacción y un mucho de marketing comunicativo. No es que no se hayan planteado actuaciones progresistas. El problema es que, además de falta de visión de país, en ellas prima esa urgencia por aprovechar la ocasión para ampliar su espectro, que acaba por desvirtuar los buenos propósitos originales.

La intervención en inmigración del señor Madrazo

Esa impronta explica también la triste deriva en el área de las migraciones extracomunitarias que, en el reparto del tripartito, quedó bajo la responsabilidad del señor Madrazo. Tras el trato a las víctimas de los franquistas o el galimatías surrealista de su posición en el Plan Ibarretxe, creíamos agotada nuestra capacidad de asombro. Pero no. En el pesebre en que convirtieron la Dirección de Inmigración no se quedaron cortos. Es importante poner de manifiesto que vimos con simpatías el rango de dirección dado a esta temática o el nombramiento de una persona inmigrante extracomunitaria, puesto que suponía subrayar, ante la indiferencia de la mayoría de instituciones y fuerzas políticas hasta ese momento, la importancia creciente delas personas y colectivos inmigrantes en nuestro país. Pero la alegría duró poco.

Pusieron en marcha un Foro, supuesto organismo de interlocución, con irrisoria representación de los inmigrantes extracomunitarios, a los que supuestamente iba dirigida de manera prioritaria su intervención, permitiéndose la licencia de presionar a los colectivos sociales a sumarse sólo en las condiciones que la Consejería consideraba necesarias para legitimar sus actuaciones. Y cómo no, vetando sin rubor y explícitamente a las que, fuesen o no de inmigrantes, rezumaran alguna simpatía abertzale. Además, el estilo distante y despótico del señor Omer Oke se convirtió en una característica adicional.

Pusieron en marcha también, a bombo y platillo, un Plan de Inmigración, elaborado unilateralmente y sin participación de los agentes o de los ayuntamientos, que pretendía garantizar los derechos de las y los ciudadanos inmigrantes extracomunitarios en Vascongadas y que lo único que realmente ha hecho es, respetando estrictamente las cotas de poder cedidas por el Estado español, repartir ayudas y subvenciones a las organizaciones sociales y humanitarias. Claro está, dejando intactas la situación de desprotección jurídica de decenas de miles de inmigrantes que viven en esta parte de Euskal Herria, como consecuencia de la Ley de Extranjería de ese mismo Estado que el señor Madrazo y su equipo no han osado cuestionar. Y lo que es más grave, con ese Plan no han reducido un ápice la situación de precariedad social de la inmensa mayoría de inmigrantes extracomunitarios que viven en nuestro país. Eso sí, ese Plan les valió para tratar de colocar como técnicos a los de su cuerda. Técnicos en cuyo perfil no se apuesta ni por el empuje efectivo de personas euskaldunes, ni por el de las inmigrantes, y cuya selección fue recurrida en su momento por los sindicatos de lealtad vasca dadas las irregularidades mostradas.

En estos casi cuatro años de gestión, también nos resultó asombrosa la distancia que marcaron los señores Madrazo y Oke con el programa específico de intervención en educación de las y los niños inmigrantes que, desde la Consejería de Anjeles Iztueta, se comenzó a impulsar. No quedó a la zaga nuestra perplejidad con la falta de interés del señor Oke por impulsar líneas de euskaldunización de las personas inmigrantes adultas, a la vez que apostaba por la potenciación de la enseñanza del español a través de las EPAs. Tampoco dejó de llamar nuestra atención la profusión en declaraciones, jornadas de postín internacional incluidas, en las que se pretendía plantear el debate sobre los derechos de “la nueva ciudadanía”, no solo abstrayéndose de tratar uno fundamental como es el de la nacionalidad, sino contraponiéndolos, como si estuviéramos en Madrid o en París y no en Euskal Herria. Y eso, desde una institución de una parte de este país y en un momento político crucial en cuyo epicentro está el derecho de todas y todos los vascos, al margen de nuestra procedencia u origen, a decidir y a definir nuestra ciudadanía plena.

Madrazo y el racismo de la sociedad vasca

Tras todo esto, ya sólo nos resultó un poco patético que la primera medida contra el racismo y en favor de la convivencia por parte de la Dirección fuese instalar unas cuantas cabinas que, al igual que en las del control de la tensión, se podía medir el nivel de racismo en la sangre. Los “racismomatón” las llamó. Al principio pensamos que eran unos nuevos fotomatones de los que sacan instantáneas de usar y tirar. Aunque bien pensado, esas cajitas son la metáfora en la que se retrataba hasta ese momento la política del señor Madrazo. Todo ello lo han podido realizar por dos motivos: la situación de los movimientos sociales y la falta de interés mostrada hasta hace bien poco por la mayoría de las fuerzas sindicales, culturales y políticas democráticas vascas, incluida la nuestra.

Pero la publicación de los datos de la encuesta sobre actitudes de la sociedad vasca hacia la inmigración extracomunitaria a cargo del señor Madrazo, tanto por su erróneo planteamiento metodológico y la falsedad de sus resultados, como por la gravedad de sus consecuencias, es la gota que colma el vaso. La imagen falsa que proyecta de la sociedad vasca, así como sus consecuencias en un momento político como el actual, nos obliga a romper la discreción y paciencia que hemos mantenido hasta ahora.

1) Esta encuesta ha causado asombro y perplejidad entre las personas, investigadores académicos y organizaciones sociales y sindicales que trabajan en esta área por dos razones: primero, por su deficiente elaboración técnica y, segundo, por sus resultados.

Los estudios de opinión sobre esta temática vienen realizándose desde 1991 por los institutos de investigación del Estado español y europeo (como el CIS o Eurostat) y, desde fecha más reciente, por los vascos (como el Gabinete de Prospecciones de Lakua). Pues bien, en ninguno de ellos se puede encontrar la pregunta fundamental (“¿Qué nivel de restricción considera usted que debería haber para la llegada de los extranjeros al País Vasco?”) a partir de la cual en esta encuesta se ha construido la imagen que se pretende dar de nuestra sociedad: la sociedad vasca es racista (¡y nada menos que en un 70%!).

Y no se encuentra porque esa es la típica pregunta que, en el código deontológico de los análisis sociales, se considera no debe hacerse. A menos que se quiera provocar ese resultado concreto. En temas delicados como éste, no se considera legítimo entre los investigadores incluir conceptos cargados de negatividad, sino tratar de hacerlo con palabras lo más neutrales posibles para que condicionen lo mínimo las respuestas. Por ejemplo, para conocer el nivel de aceptación o rechazo de una determinada sociedad hacia las personas y colectivos inmigrantes se emplea el concepto de “medidas” y no directamente el más negativo de “restricciones”. Se tiende a emplear el concepto de “inmigrantes” y no el de mayor carga peyorativa de “extranjero”. Y sobre todo, si se dan cuatro respuestas posibles (“total, alguna, mucha o ninguna”), no se agrupan las dos intermedias con la más negativa.

Además, se trata presentar el resultado obtenido comparándolo con los resultados dados en otras sociedades y no de manera descontextualizada. Todo esto se ha hecho deliberada y calculadamente en este estudio tanto por los o, más bien, la investigadora de ese Observatorio, como de manera irresponsable por Madrazo y Oke al cerrar el convenio con ese Observatorio y encargar y presentar los resultados de semejante dislate. Nos recuerda al papel del señor Llera y su Euskobarómetro en el conflicto político. Y desde luego, es alucinante ver cómo habiendo fracasado toda la pléyade de intelectuales e investigadores viejos y nuevos del nacionalismo español, como Juaristi o M. Azurmendi, tras el Acuerdo de Lizarra-Garazi, a la hora de tratar una y otra vez de demostrar “científicamente” la ecuación sociedad vasca=nacionalismo, nacionalismo=racismo y no les dio para ello la máquina de producción de verdad que son las encuestas, ahora resulta que este insensato se la sirve en bandeja. Por fin ha quedado demostrado: ¡la sociedad vasca es racista!

Pero, también, si este estudio ha causado asombro y perplejidad es porque simplemente los resultados no coinciden con los obtenidos por los estudios realizados con un mínimo de seriedad hasta ahora tanto aquí, como fuera de aquí. Se pueden consultar los referenciales del CIS español de 1991 sobre actitudes de los españoles y los vascos hacia la inmigración, o el del Sociómetro Vasco del Gabinete de Prospecciones Sociológicas del 2001, o el último sobre los valores de la juventud vasca 2004 del Departamento de Cultura. En esos estudios, sin excepción, los resultados dicen dos cosas: 1) Que la media de la sociedad vasca expresa unos niveles de racismo menores si se compara con la media europea y mucho menores de la media española o la francesa. 2) Que los sectores con un mayor nivel de empatía y no racistas son los sectores euskaldunes, urbanos, alfabetizados, de identidad vasquista y lectores de (antes) “Egunkaria”. Y que, en el otro extremo, los sectores que más rechazo o nivel de racismo muestran son los erdaldunes de las zonas de conurbación y reconversión industrial de identidad española, lectores de “El Diario Vasco” y “El Correo” y de voto a fuerzas españolistas.

Pero es que además, estudios dotados de la mínima seriedad tanto de opinión como de discurso que se han realizado tanto aquí, como fuera de aquí, destinados a conocer otro aspecto decisivo en este ámbito como es el de la percepción de las y los inmigrantes extracomunitarios sobre las actitudes de la sociedad vasca coinciden con los anteriores: 1) Las y los inmigrantes muestran un nivel de satisfacción alto, a pesar de las muestras en algunos momentos y sectores concretos, por el nivel de aceptación que perciben y viven en la sociedad vasca. 2) Ese nivel de satisfacción de las actitudes de aceptación que viven los inmigrantes en la sociedad vasca aumenta en los inmigrantes que, por comparación, han vivido previamente en otras sociedades y países del entorno europeo, francés y español.

Es cierto que tras el 11M los niveles de rechazo hacia la inmigración extracomunitaria y, especialmente hacia los de origen árabe o magrebí, han aumentado. Pero como muestran los estudios realizados más recientemente aquí y fuera de aquí, el aumento ha sido en todos los países y, de nuevo, en la sociedad vasca en menor medida que en las sociedades del entorno. Y, desde luego, manteniéndose en torno al 25% y no al 70.

2) En segundo lugar cuestión por lo que es inadmisible esta última acción irresponsable del señor Madrazo es por sus consecuencias políticas. El señor Madrazo y su Observatorio han proyectado una imagen falsa de la sociedad vasca, insultando el espíritu hospitalario que tradicionalmente ha mostrado la mayoría de esta sociedad en diferentes momentos de su historia para con las personas y colectivos que procedemos de otros pueblos. El señor Madrazo y su Observatorio, difundiendo alarma social, reticencia y desconfianza han dañado la más que aceptable convivencia entre nosotros y han dado una baza política de primer orden a quienes quieren seguir alimentando y alargando el conflicto existente.

Por todo ello, señor Madrazo le vamos a exigir responsabilidades.

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