Salvador Cardús Ros: “Sólo cuando cada uno se sienta bien reconocido se dejará de hablar sobre la identidad”

Salvador Cardús Ros ENSAYISTA, SOCIÓLOGO Y PERIODISTA

Miembro del consejo asesor de la transición en Catalunya, reivindica “la flexibilidad” para afrontar los problemas “de las sociedades abiertas y plurales”

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“La identidad es una piel, un anclaje en una sociedad incierta y cambiante, una representación al servicio del reconocimiento”. Así lo define el sociólogo, ensayista y periodista catalán Salvador Cardús Ros (Terrasa, 1954), que el 14 de febrero dirigirá en Iruñea el seminario Identidad y Poder organizado por La Fundación Nabarralde, en colaboración con la Asociación Iturralde. La jornada se celebrará en el hotel Pamplona Catedral, a partir de las 16.00, y la inscripción ya está abierta en la web de la Fundación Nabarralde. Cardús, miembro del Instituto de Estudios Catalanes y del Consejo Asesor de la Transición Nacional del Gobierno de la Generalitat de Catalunya, hablará sobre el reconocimiento de la identidad, el conflicto social que genera el mismo y las características del proceso catalán.

En el seminario que ofrecerá en Iruñea hablará de la identidad y el poder. ¿Qué relación existe entre estos dos términos? ¿Se necesitan mutuamente?

-En el fondo, los debates identitarios son la expresión retórica de las luchas de poder, y no debates sobre lo que se supone que son los contenidos de esas identidades. En una sociedad plural, la diversidad suele estar bien aceptada… siempre que no se compita por ocupar un mismo espacio social. De manera que la identidad solo importa en situaciones de crisis de reconocimiento, es decir, de conflicto entre poderes. Los conflictos identitarios se acaban cuando cada individuo o cada grupo se siente cómodo con el reconocimiento conseguido y, justo en ese momento, se deja de pensar y discutir sobre la identidad.

¿Cree que hoy en día es necesario aclarar el término identidad? ¿Se atrevería a dar una definición?

-Creo que la confusión sobre lo que es la identidad forma parte de la expresión del conflicto. Pensar que una mayor claridad conceptual solucionaría un conflicto político sería ingenuo. Aclarar el concepto puede servir para hacer un mejor análisis, para comprender mejor el origen del conflicto y, quizás, para definir mejores estrategias para conseguir el reconocimiento y la pacificación. Para mí, la identidad es una representación puesta al servicio del reconocimiento en un proceso de conflicto social. Es, pues, un proceso y no un contenido. Es en este sentido que afirmo que la identidad es una piel. No es un contenido -según una concepción esencialista- sino un contenedor que se acomoda a cada momento del conflicto para conseguir el reconocimiento, más allá de lo que se pueda ser.

¿Por qué cree que es un término que da lugar a conflictos? ¿Qué es lo que está en juego cuando hablamos de la identidad de un colectivo?

-No es que dé lugar a conflictos, sino que es la expresión del conflicto. Podríamos poner muchos ejemplos. En Irlanda, el conflicto entre católicos y protestantes no es de naturaleza religiosa aunque se exprese a través de tales tradiciones. Pero el conflicto es político. En Catalunya, los que hablan de conflicto lingüístico, lo que buscan es crearlo para conseguir un espacio político mayor, ya que en realidad los catalanes se entienden bien en cualquiera de las dos lenguas sin mayores problemas. Lo que está en juego, pues, es el espacio social que se ocupa, o que se quiere ocupar, o que está en riesgo de perderse. Una vez conseguido el reconocimiento, lo que se aspira -paradójicamente- es a que la diferencia deje de importar. El final de todo conflicto identitario es aquello a lo que Manel Delgado ha calificado como “el derecho a la indiferencia”.

El recientemente fallecido Zigmunt Bauman hablaba de la sociedad líquida. ¿Diría que la identidad uno de los aspectos líquidos de esta sociedad?

-Bauman lo pasó todo por la licuadora. La sociedad, los valores, la juventud… y la identidad. En una sociedad abierta y plural, en cambio acelerado, los mecanismos sociales al servicio del reconocimiento son necesariamente flexibles, móviles y complejos. Tan complejos como distintos sean los conflictos necesarios para ser reconocidos: laboralmente, familiarmente, por razón de edad o género, por gusto estético… De todas maneras, creo que Bauman exageró con la idea de incertidumbre que debía explicar el carácter líquido de nuestra sociedad. ¿No es cierto que cualquier tiempo pasado ha sido mucho más incierto que el actual? Y, en cualquier caso, si la identidad importa tanto en un mundo cambiante es porque suele ser vista como un punto de anclaje.

Como ha comentado, “la identidad es una piel”. ¿Cómo entiende o cómo funciona esta metáfora?

-La piel es la parte reconocible de nuestro cuerpo. Equívocamente, hablamos de lo epidérmico como si fuera algo poco importante. Pero la piel es la zona de contacto exterior y es nuestra “frontera”. Es una zona de regulación térmica entre lo interior y lo exterior. La piel es lo más constante para reconocernos, y a su vez es la parte del cuerpo cuyas células se renuevan de manera más rápida. Es flexible y a su vez, resistente. La piel nos muestra hacia el exterior permitiéndonos mantener oculto el interior… La identidad funciona como una piel.

El seminario finalizará con una reflexión acerca del proceso catalán, los desencadenantes y las razones de su éxito. ¿Podría servir de ejemplo al independentismo vasco o aquí se entiende el reconocimiento de la identidad de otra manera?

-Lo que distingue a vascos y catalanes en su lucha por el reconocimiento no son las diferencias identitarias -en el sentido de sus maneras de “ser”, o por su cultura, etc. – sino la naturaleza del conflicto político, bien sea por razones históricas, bien sea por los distintos objetivos políticos que se persiguen. Y lo que los une, es la naturaleza de un adversario común, aunque hay que decir que se comporta de manera distinta con unos y otros. Es por esa razón que aunque unos a otros se observen con mucho interés, los procesos son tan distintos. Las diferencias son de tradición política, de composición demográfica, de dinámica económica -particularmente, la fiscal-, incluso de algo tan poco glamuroso como es el tamaño de cada país. Otra cosa es la construcción de tópicos identitarios para explicar o justificar -unos y otros- el conflicto. La cuestión de fondo es democrática: ¿con qué tipo de reconocimiento y alcance de soberanía política se sentirían cómodas las mayorías sociales en cada uno de estos territorios?

las claves

La jornada

Identidad, poder y reconocimiento

El próximo 14 de febrero. El sociólogo, ensayista y periodista catalán se encargará de llevar a cabo una ponencia en el hotel Pamplona Catedral bajo el título Identidad y Poder. Concretamente, el acto, para el que hay que inscribirse en Nabarralde, contará con varias mesas redondas. Empezará a las 16.00 horas con una charla de apertura a cargo del propio Cardús, y que ha titulado Identidad y poder, debates identitarios que ocultan la lucha por el reconocimiento. Después de un descanso de media hora, a las 17.30 horas comenzará el debate principal, que contará con la presencia de Ainhoa Larrañaga, Ángel Rekalde y Luis Martínez Gárate. De 19.30 a las 20.30 horas tendrá lugar el cierre, con una charla sobre el éxito del proceso catalán.

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