La Modernidad

La Modernidad (Md) se define genéricamente como un proceso global donde se configuran la moderna sociedad burguesa, el capitalismo y una nueva forma de organización política, el Estado-nación. Al abordar una definición más precisa de la Md surgen diferentes conceptos o significantes.  Y así, en tanto que para algunos se trata de una cultura europea (una totalidad cultural, un nuevo ethos o una determinación interna de la cultura europea moderna); otros juzgan que debería pensarse como un mundo, una totalidad en el sentido heideggeriano, o un aspecto de él; por último, otros más bien se inclinan por considerarla una Nueva Edad del mundo o de la cultura europea. En síntesis, la Md sería una etapa de la historia, también una cultura que tiene un fundamento, una experiencia ontológica, un modo de implantar el mundo o de afrontarlo como totalidad, una cierta manera de comprensión del ser, de la subjetividad y de la objetividad.

Existen muchas culturas en el mundo, pero todas analógicamente tienen algo de común o semejante entre ellas, y algo de distinto. Se trataría, pues, de buscar esas determinaciones o propiedades analógicamente distintas, propias de la cultura europea moderna. Marx, al intentar definir el capital, se pregunta previamente por lo común o  semejante de los sistemas económicos. Y argumenta que todos ellos tienen en común, en uno de sus niveles, el ser un sistema productivo; y todos los sistemas productivos, en semejanza, tienen un sujeto productor, unos medios de producción que constituyen a la naturaleza como aquello que se modifica, con lo que se produce un satisfactor que se consume y así reproduce la vida. Todas estas determinaciones (productor, medio de producción, naturaleza como materia de trabajo, satisfactor, consumo, reproducción de la vida) lo tienen todos los sistemas económicos, son comunes, semejantes. Pero también existen distinciones analógicas que son las que van a distinguir y significar a los distintos sistemas económicos (esclavista, feudal, burgués mercantil, burgués capitalista…).

Del mismo modo, a nivel cultural se puede inferir que las distinciones analógicas van a distinguir y connotar las distintas culturas, y que serán las determinaciones propias de la Edad Moderna europea las que constituirán la Md. Se tratará más que de una cultura, de una dimensión de ella. Pues ya antes de su conformación como tal, se va distinguiendo de las otras (feudal, mercantilismo árabe); pero también va a ser distinta a sus coetáneas en los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, marcando su impronta de distinciones significativas que la transformarán en una potente cultura moderna. En la Ilustración producirá una revolución teórica, también tecnológica con la revolución industrial, seguirán cambios políticos, filosóficos, económicos, sociales…Son las notas distintivas de la Modernidad, notas que le van a dar la hegemonía sobre el resto de las culturas.

Existen dos paradigmas de la Md. El 1º es el paradigma eurocéntrico (universalmente aceptado y cuyos valedores más preclaros son Hegel, Weber, Kozelek, Blumenberg, Lyotard y Habermas), considera a la Md como un fenómeno exclusivamente europeo. Hegel descubre como “principio” de la modernidad a la subjetividad, y Habermas asegura que los acontecimientos históricos claves para la implantación del principio de la subjetividad fueron la Reforma, la Ilustración y la Revolución Francesa. Europa, a partir de su superioridad connatural y privativa, se expande en la Edad Moderna sobre el resto de las culturas del mundo debido a una supremacía (militar, política, tecnológica…) acumulada en la Edad Media. Piensan que aquellas “notas distintivas” estaban ya con anterioridad en la historia de la cultura europea,  que una vez eclosionadas en la Edad Moderna, configurarán una cultura hegemónica universal. Asimismo, al creer que esta configuración de la Md es, en exclusiva, fruto de Europa,  desprecian la colaboración en aquélla del resto de las culturas.

El 2º es el paradigma mundial. Concibe la Md como la cultura del centro del sistema-mundo (generado en la conquista de América), cuya gestión le va a dar a Europa la superioridad sobre el resto de las culturas. Se inicia en 1492 con el descubrimiento de América y la apertura al Atlántico del mundo latino-germánico de la cristiandad medieval. No será, pues, la superioridad intrínseca de Europa la que le dará una ventaja comparativa determinante sobre el mundo musulmán, bantú, India y China; sino el efecto del simple hecho del descubrimiento, conquista, colonización e integración de América. Por tanto, la Md europea no va a ser un sistema independiente autorreferente, sino que es una parte del sistema-mundo: su centro.

Lo originario de la Md va a ser mostrado por su propia dialéctica: con el descubrimiento de América el contenido de la cultura europea impacta en la periferia “ad extra” producirá el simultáneo retorno “ad intra”, con colisiones y rebotes sucesivos. Europa transforma el mundo indígena ”ad extra”, pero al extraer riquezas va a cambiar toda la sociedad europea “ad intra”; lo que significa que el próximo momento “ad extra” va a ser el de una Europa transformada que va a chocar de otra manera sobre la periferia, la cual a su vez….. Y así, la historia de la Md va a ser la historia de su negatividad, no resultado de la creación europea sino del mutuo efecto de una co-constitución como espiral creciente. En suma, la dialéctica de la Md constituye la colonialidad, y al mismo tiempo, hace que la cultura dominada sea un momento intrínseco en la configuración ”ad intra” de la transformación de Europa, la cual se va a ir haciendo moderna, pero articulada siempre a la colonización.

Esta Md, incipiente en 1492, será el fundamento de otros fenómenos (capitalismo, colonialismo, eurocentrismo y otros) que aparecerán simultáneamente y que constituirán sus sistemas y subsistemas, de tal modo que:

Políticamente, la colonialidad será la cara oculta de la Md, la Exterioridad levinasiana, y el “ser” colonial su esencia. La implantación de la dominación que se inicia en Latinoamérica en 1492 (para pasar muy posteriormente a África continental, India y Sudeste asiático), va a ser constitutiva de la Md. Curiosamente, es un tema no tratado por los filósofos europeos porque no han pasado la experiencia de ser “bárbaro”. Parménides al plantear  “el ser es, y el no-ser no es”, se refería a que el ser es griego, es humano, es el habitante de la polis; y el no-ser es el no-griego, es el  no  humano. El bárbaro que no habita en la polis no es humano. Y aquí está en su esencia el pensamiento de la Md. Los europeos son; los no-europeos no son. El ser colonial es no-ser, y hay que partir del no-ser para entender todos los no-seres actuales (el pobre, el negro ante el blanco, el obrero ante el capital, la mujer en el machismo….)

Geopolíticamente, la centralidad del mundo ya no estará en el Mediterráneo (dominado por los musulmanes) sino en el Atlántico, y permitirá el comienzo del poder europeo, primero hispano-portugués para luego pasar a Holanda, Francia, Inglaterra y Alemania.

Económicamente, comenzará la acumulación originaria del capital con la plata de las minas americanas, con los esclavos negros y los productos tropicales. Surge el capitalismo.

Culturalmente, utilizará la información de las ecúmenes externas desde la centralidad transformándose en una cultura mundo-planetaria. Nace el mito de la superioridad del hombre europeo. El eurocentrismo fetichizará la vida cotidiana europea y todas las ciencias sociales modernas, y bajo su presión será analizada y alabada la parte amable de la Md. Pero desde la exterioridad (más allá de la ontología), desde la distinción analógica externa a la identidad de Europa, aparecerá la parte oculta y negativa de esa Md y la visión será muy otra, muy crítica.

Cosmológicamente, la naturaleza va a ser interpretada como un objeto explotable al infinito, lo que acarreará una actitud anti-ecológica que lleva a la posibilidad de la extinción de la vida en el planeta Tierra.

Antropológica y ontológicamente, producirá una transformación interior en el yo europeo. El hecho de la conquista será esencial en la constitución del “ego” moderno, pero no sólo como subjetividad, sino como subjetividad “centro” y “fin” de la historia; ahora tiene una autohermenéutica, una autoconcepción, una conciencia de ser, un ego narcisista, individualista, competitivo, dominador. El “ego conquiro” de Cortés al transformarse en señor de Méjico (1521) culmina en el “ego cogito” de Descartes (1637), la fundamentación ontológica de la praxis de dominación. Primero está la praxis del conquistador español, después la ontología. Aquí empieza el surgimiento de la Md, de la subjetividad, del nuevo relato, del sistema económico, del sistema político y del sistema colonizador constitutivo de ese YO que Descartes, siglo y medio después, planteará como el YO europeo ya logrado, y que proseguirá en el YO de Hobbes, de Adam Smith. La experiencia ontológica fundamental es la relación de la subjetividad europea y la del indígena que es interpretada como una mediación del proyecto, y que es subsumida por el sistema: es  la colonialidad que constituye la Md y que le permite al europeo hacer la narrativa, retórica y utopía.

La narrativa creará un discurso que funcionará a todos los niveles de la cotidianidad; pero también va a atravesar la ciencia, la filosofía y sociología moderna, la historia y la antropología, el psicoanálisis, la literatura…, es decir, diferentes aspectos de la construcción de un gran relato: la civilización moderna se autocomprende como superior y obliga a desarrollar a los bárbaros, exigencia moral que le permite presentarse como salvadora, pudiendo ejercer la violencia sobre quien se oponga (el bárbaro es culpable, el europeo civilizador inocente). La retórica dará a la narración un sentido normativo en la acepción de imponerse al que lo escucha; en otras palabras, argumenta que se acepte lo que está diciendo; no se trata de una descripción de hechos, no se propone decir cosas, sino de convencer al otro. No es lo mismo una narrativa que una retórica; y esa retórica es la que se impone y vehicula a través de los medios de comunicación actuales. Por último, la utopía creará un horizonte donde la Md estaría plenamente realizada; se trataría de superar la escasez absoluta mediante la creación de riqueza para todos, y de ofertar democracia, libertad, igualdad y fraternidad universales.

La Md utilizará estos instrumentos para potenciar y publicitar sus efectos positivos (avances tecnológicos, bienestar social, prolongación de la vida…) ocultando los negativos, no anticipados ni pretendidos, tampoco sospechados, pero conforme se van acumulando ocasionan crisis progresivamente más profundas e insolubles. La Md europea (Habermas y demás) nunca habló de la colonialidad como un momento constitutivo de ella sino como una cuestión secundaria que no era esencial, relegando a la menesterosidad y subsidiaridad al 90% de la humanidad. Tampoco hablará de su narrativa “racial” (los blancos europeos son superiores a los demás), de su universalismo cultural (pretenden que su cultura es universal, Weber con la sociología, Freud con el psicoanálisis…), de su problemática de género (patriarcalismo-machismo exacerbado)…..

Su utopía, que está detrás de toda la retórica y de los proyectos de dominación a todos los niveles (machistas, racistas, capitalistas, políticas neoliberales), revela la inviabilidad de su plan. En la actualidad se puede observar los resultados de la “igualdad”: bien sea por la diferencia colonial centro-periferia, sea por la diferencia imperial entre las mismas potencias, sea por la colonialidad interna de EEUU y Europa, esa retórica de la igualdad se referirá, si acaso, al igualitario 0,001% (millonarios) de la población. En cuanto a la “libertad”, se trata de la de poder comprar en el mercado libremente (Friedman), pero el pobre que no tiene dinero, al no poder comprar, no es libre (dónde está la promesa de la creación de riqueza para todos). En lo que respecta a la “fraternidad”, baste recordar a Hobbes (Homo homini lupus), a Locke (defensor de la esclavitud absoluta y perpetua) y observar con ojos atónitos las barbaridades cotidianas y el interminable espectáculo actual de guerras. La Md europea fue la causante de la muerte de 12 millones de indígenas y 10 millones de esclavos negros que, siendo constitutivos de la Md originaria, fueron exterminados en aras de la acumulación originaria del capital. La lucha por la hegemonía de Inglaterra, Francia, Alemania y EEUU llevó a las dos Guerras Mundiales con millones de muertos. Actualmente, EEUU y Europa, con la argucia de implantar la democracia y defender los derechos humanos en el mundo, lideran guerras imperialistas que ocasionan innumerables muertos, destrucción de países, desolación y sufrimiento por doquier. Y sobreviene la elección de Trump (y las más que probables de Le Pen y otros de extrema derecha en Europa) como colofón, broche y apoteosis a tal desatino…

La Md ha conducido a los seres humanos a una inmensa soledad, y a la humanidad a un callejón sin salida por la enorme destrucción de la naturaleza con agostamiento de sus recursos. Vamos al suicidio colectivo. Será menester, como decía Walter Benjamin, echar el freno de mano, pararse, observar los desmanes que se han cometido, y luego empezar a andar con mucho cuidado pero en otra dirección y cambiando el sentido de lo creado hasta ahora.

Hacia una nueva Md? No, sería hacia una nueva Era, una nueva cultura, una nueva manera de implantar el mundo. En suma, hacia una Transmodernidad.