El Corpus de Sangre: estalla la revuelta de los Segadors

Tal día como hoy del año 1640, hace 377 años, en Barcelona se producía un motín de grandes proporciones que significaría el inicio de la revuelta de los Segadors (1640-1652) y que conduciría, inicialmente, a la proclamación de la primera República catalana presidida por Pau Claris (1641) y, posteriormente, a la coronación de Luis XIII de Francia como conde independiente de Barcelona. La revolución de los Segadors que inicialmente tenía un carácter estrictamente social, de cariz anti-señorial, rápidamente derivó hacia un movimiento nacional anti-castellano, por la estrecha relación política y económica entre la aristocracia catalana y el aparato de dominio hispánico en el Principat.

En 1635, cinco años antes, el conde-duque de Olivares –privado del rey hispánico y ministro plenipotenciario de su gobierno–, con el pretexto de la guerra entre España y Francia y con la excusa de acabar con la lacra del bandolerismo, había acuartelado los Tercios de Castilla en el Principat. La relación entre los soldados y la población civil –obligada a alojarlos– era más que tensa. Los militares castellanos sometieron la población catalana a una oleada brutal de robos, saqueos, incendios, violaciones y asesinatos que quedaron impunes. La sociedad estaba encendida porque la ocupación militar hispánica coincidía con una fuerte crisis económica provocada, en buena parte, por la guerra franco-española.

Pocas semanas antes del Corpus los militares castellanos habían incendiado Riudarenes y Santa Coloma de Farners por la negativa de la población a alojarlos. A partir del hecho se produjo una revuelta en el Empordà que rápidamente se extendió por todo el país. El día de Corpus se produjo una batalla campal, en la calle Ample de Barcelona, entre los segadores y el pueblo de Barcelona, por un lado, y los funcionarios reales –civiles y militares– por el otro, que acabó con el saqueo de varias casas y palacios de la aristocracia colaboracionista. El balance final sería de veinte muertos, entre ellos el virrey hispánico –Dalmau de Queralt–, que se precipitó por los acantilados de Montjuïc mientras huía despavorido abandonando a sus subordinados a su suerte.

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