Mariano Marzo: “El electoralismo convierte la lucha contra el cambio climático en un gran show”

Catedrático de Estratigrafía de la UB, avisa que “se ha vendido a la sociedad que podemos tener energías 100% renovables de hoy para mañana y sin renunciar a nada, puro populismo”

Mariano Marzo es catedrático de Estratigrafía y profesor de Recursos Energéticos y Geología del Petróleo en la Facultad de Geología de la Universidad de Barcelona. Miembro de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, ​​también es miembro de la ‘American Association of Petroleum Geologist’ y de la ‘European Association of Petroleum Geoscientists & Engineers’.

 

-Profesor Marzo, hace apenas siete años, el debate energético se centraba en el pico del petróleo, en qué momento las reservas mundiales se agotarían y el grifo del oro negro se secaría. Ahora el principal reto es la lucha contra el cambio climático, que apunta directamente a los recursos fósiles, un arma geopolítica y económica de primer orden. ¿Qué ha cambiado tan rápido?

-Hay un factor determinante, que son los efectos de la crisis económica y financiera mundial, que conlleva una caída de la demanda del petróleo. Pero sobre todo un factor que ha pasado más desapercibido en Europa, y es que EEUU comienzan la explotación del petróleo y el gas no convencional, que aunque no es una panacea pOrque se puede discutir el balance energético neto que supone, deja en un segundo plano el debate sobre si la producción de petróleo convencional podría satisfacer una demanda creciente. El fracking de EEUU abre una puerta a otro tipo de suministro que no habíamos contado que sería económicamente rentable.

 

-¿Por tanto, no es que se produzca una concienciación sobre la necesidad de detener los efectos del cambio climático, sino que se constata que hay recursos fósiles sobrados para seguir consumiendo energía?

-Es un poco de todo. Se toma conciencia de que, con las reservas probadas que tenemos, en caso de gastarlas, hay un riesgo elevado de que se incremente la temperatura del planeta en más de 2 grados. Por lo tanto, si se quiere evitar este riesgo, ¡sobrarían dos terceras partes de las reservas de combustible fósil que tenemos disponibles hoy! Por eso el foco se desplaza desde el miedo al agotamiento del petróleo hasta los riesgos del cambio climático para nuestra supervivencia.

 

-¿Este reordenamiento de prioridades se ve efectivamente reflejado en los objetivos que se marcan los estados en el Acuerdo Climático de París sobre cambio climático?

-Se dan pasos, pero no lo suficientemente sólidos. Los acuerdos tomados en la cumbre de París nos sitúan en el año 2100 en un aumento de la temperatura de 2,7 grados, es totalmente insuficiente, y eso suponiendo que los estados firmantes cumplan. No son los objetivos que serían necesarios, ni mucho menos.

 

-Los Estados Unidos, primera potencia mundial en reservas de carbón y con grandes reservas de gas y petróleo por fracking crecen enormemente, se desvinculó de los acuerdos con la llegada de Donald Trump al poder. ¿El factor Trump puede suponer cambios importantes en la política energética mundial?

-A nivel de los EEUU es seguro que se vivirá un retroceso. Trump ha anulado las disposiciones de Obama y su programa energético es sólo ‘America first’, y eso pasa por ir hacia una dependencia energética mínima del exterior. Potenciará los combustibles fósiles, como el carbón y el gas, y veremos qué impacto tiene el poder de Trump en la transición energética mundial hacia las energías renovables y la eficiencia energética, que tiene precisamente sus bases en el Acuerdo de París rechazado por EEUU. La transición energética supone que los grandes productores de petróleo son los perdedores, y la UE se ve como una de las ganadoras, tal y como se veía Barack Obama cuando sumó a los Estados Unidos a la transición energética. Con el cambio de gobierno en EEUU, asistimos a un cambio de tendencia fuerte: Trump lidera una contrarreforma energética, no quiere renunciar a los combustibles fósiles, que le dan riqueza y poder, y esto explica las nuevas alianzas de EEUU con Rusia y otros grandes productores de petróleo.

 

-¿La transición hacia energías más eficientes y limpias está condenada al fracaso?

-En términos geopolíticos encontrará resistencias muy importantes en países que tienen los hidrocarburos fósiles. Hay una gran alianza Trump-Putin que difícilmente se dejará pisar. EEUU y Rusia no pueden permitir que la UE lidere los cambios y dicte los plazos y la forma en que se ha de hacer la transición, pero tampoco podrán evitar que las energías renovables crezcan en todo el mundo.

 

-¿Podemos encontrarnos ante una nueva guerra energética?

-De entrada, no deja de ser una ingenuidad pensar que, si para hacer una transición energética debes dejar dos terceras partes de los combustibles fósiles en el subsuelo, los países que tienen estos combustibles deban renunciar a la riqueza y el poder a cambio de nada. Más que una guerra energética, habrá un choque de intereses muy potente, y Donald Trump será muy beligerante.

 

-¿Se puede detener la transición energética, o sólo retrasar?

-La transición energética es imparable y las renovables y la eficiencia serán importantes, pero la velocidad a la que se producirá la transición será más lenta de lo previsto, habrá que superar grandes resistencias financieras y geopolíticas.

 

-Usted siempre es muy crítico con las grandes cumbres por el cambio climático. Si Trump y Putin quieren detener la transición y los que la quieren, no dan pasos decididos…

-Las cumbres por el cambio climático están politizadas. Un asunto tan importante no se puede manejar con fines electoralistas a corto plazo. ¿Prometer cosas para ganar las elecciones y pasar de todo? El problema del cambio climático no es sólo una cuestión de modelo energético que se resuelva sustituyendo un combustible por otro. Es también una cuestión de fondo sobre el modelo social y económico. Necesitamos más energía porque cada vez somos más personas en el mundo, y estas personas quieren vivir con unos estándares de vida de los países más ricos que se propagan a través de los medios de comunicación. Seguramente, lo que resulta inviable es un modelo de crecimiento demográfico indefinido. Ya sé que el mundo es muy desigual y que hay un 30% de población rica y un 70% de población de aspira a vivir como el 30%.

 

-No sería justo que el 70% renunciase a crecer y vivir mejor si el 30% no hace ningún sacrificio.

-No habrá ningún político que se atreva a decir en una cumbre que, en realidad, el acuerdo que hay que hacer es redistribuir lo que tenemos. Y como esto no pasará, porque no se quiere cambiar el modelo económico y social mundial, de momento hay que centrarse en el modelo energético, descarbonizar y hacerlo más eficiente. Pero, lo que ganamos para hacer más limpio y eficiente el modelo energético, ¿compensa lo que perdemos en términos de efecto sobre el cambio climático que supone el incremento de población en el planeta? En 2050 seremos 10.000 millones de personas. Estas son las contradicciones que surgen en estas grandes cumbres, los ricos prometiendo que darán tecnología y ayuda financiera, pero el 70% restante de población no quiere detener su crecimiento.

 

-¿Quiere decir que se hace teatro en estas cumbres?

-¡Absolutamente! La política electoralista convierte la lucha contra el cambio climático en un gran show. Hasta que no se plantee un cambio más allá de los ciclos electoralistas a corto plazo no es viable hacer una transición sólida, sobre todo porque cuando cambia un gobierno, como ha ocurrido en EEUU, puede cambiar totalmente la prioridad en la lucha contra el cambio climático y hasta incluso las alianzas geopolíticas mundiales.

 

-Si los políticos hacen electoralismo, los ciudadanos les deberían dejar de votar si no les interesa. ¿Qué responsabilidad tienen los ciudadanos en esta lucha contra el cambio climático?

-No somos conscientes de nuestra responsabilidad. Sabemos que el cambio climático se produce por la emisión de CO2, fruto, en su mayoría, de la quema de combustibles fósiles, pero no nos preguntamos por qué usamos combustibles fósiles. Es una energía concentrada y barata que nos ha permitido alcanzar el desarrollo que tenemos, y si yo le tengo que decir a la gente que con la eficiencia y las renovables no será suficiente, sino que deberíamos reformular nuestra forma de vida y los nuestros hábitos de consumo, posiblemente no tendríamos un porcentaje tan abrumador de gente que apueste por la transición energética y la lucha contra el cambio climático.

 

-El paso a las energías renovables, ¿se ha vendido como una fórmula mágica?

-Lo hemos vendida como algo posible, 100% renovables de hoy para mañana y sin renunciar a nada. Esto es populismo. Soluciones fáciles a problemas complejos que tienen un rédito electoral muy alto porque quitas angustia a la población. Pero desde una perspectiva técnica, todo el mundo sabe que es un problema mucho más complejo, que requiere no únicamente ‘bla, bla, bla’, sino empezar a cambiar hábitos y convicciones muy arraigadas.

 

-¿Cataluña encarrila correctamente la transición energética?

-Se toman decisiones que antes no se tomaban y crece la conciencia social, pero las acciones aún están demasiado motivadas por el electoralismo y la búsqueda de resultados a corto plazo en este sentido. No se plantea seriamente la cuestión, estamos comprando soluciones mágicas sin que se explique que esto implica renuncias. Esto ocurre en Cataluña y en todas partes, porque si explicas las renuncias habría incertidumbre, y ningún político quiere generar incertidumbre. Demasiadas consignas políticas y poco análisis serio y crítico con participación de toda la sociedad. No se da voz a colectivos que realmente entienden y que tienen pensamiento crítico.

 

-¿Se refiere a los expertos como usted?

-Sí, se nos silencia mucho porque la sociedad no quiere oír hablar de complejidades. Tiene miedo a descubrir que no todo es blanco o negro, los matices asustan y se tapan. Los políticos que se nutren de los votos de la sociedad no pueden estar del lado de la gente con espíritu crítico y un discurso complejo, porque automáticamente pierden el contacto con la base social. Es muy preocupante que los políticos no se basen en estudios bien fundamentados y escenarios en continua revisión, sino que prefieran la post-verdad, dejar contento a quien te escucha.

EL MÓN