La cuarta vía, o la quinta, o quizás ninguna

“Yo os declaro marido y mujer”, dice la persona capacitada para hacerlo, y constituye un matrimonio. La acción del verbo se cumple en el mismo momento en que se pronuncia la frase. Lo mismo ocurre cuando digo “Lo juro”, o “Prometo que”, o “Queda inaugurado este polideportivo”. No hay distancia entre el decir y el hacer. Este tipo de verbos se llaman ‘performativos’, y fueron estudiados por Austin, Searle y otros filósofos de la tradición anglosajona. En 1979 Jean-François Lyotard popularizó la expresión ‘performatividad’, considerada como una de las actitudes definitorias de nuestro tiempo. Cuando digo “Este fardo de alambres es una obra de arte, y yo, que lo he hecho, soy un artista” intento de acceder al Parnaso de la escultura pronunciando una sola frase.

Es evidente que por mucho que repita “Está nevando” la acción no se hará efectiva hasta que no empiecen a caer copos de nieve. Nevar no es un verbo performativo como jurar. En cambio, cuando la persona facultada para hacerlo dice “Se levanta la sesión”, su acto de habla (‘speech act’, en la terminología de la filosofía analítica) equivale a llevar a cabo la acción propuesta. Ahora supongamos que digo: “Soy el hombre más atractivo de todo el hemisferio norte”. Ni aunque sea por caridad, tal vez mi madre, o mi mujer, o algún buen amigo, asentirán. Sin embargo, no creo que el resto de personas que lean el enunciado se adhieran al sentido literal de la frase. Mi convicción, y la de algunas otras personas, ¿valdría para considerar plausible esta insensata afirmación? Sí y no. Como no tiene ningún efecto jurídico o administrativo real, y teniendo en cuenta que es imposible afirmar lo contrario -la subjetividad del concepto de “hombre atractivo” es obvia- la afirmación podría tener un alcance performativo restringido … y poco más.

Ahora supongamos que un Parlamento elegido democráticamente y que dispone de una mayoría suficiente, como en el caso del catalán, declara la independencia. En este preciso contexto, ¿estamos ante un acto ‘performativo’? El hecho de decir “Constituimos la República”, u otras expresiones análogas, ¿hace que se cumpla la acción enunciada en el momento de enunciarla, como ocurre en el caso del verbo ‘jurar’ o en la expresión ‘levantar la sesión’? En abstracto, estamos ante un acto ‘performativo’ dudoso. El problema es que, en este caso concreto, no podemos hablar en abstracto sin más, porque el desempeño de la acción no depende sólo de quien la formula. En política, las abstracciones sirven para envolver o legitimar los hechos consumados, pero no al revés. ‘Un petit détail…’ (‘Un pequeño detalle’)…

Supongamos que, antes de pronunciar dicha frase, Cataluña hubiera tenido la posibilidad de controlar fronteras, puertos y aeropuertos, disfrutara de algunas complicidades internacionales, dispusiera de un visto bueno sustancial del mundo económico y estuviera dotada de estructuras efectivas de recaudación de impuestos. Entonces la independencia no sería necesario declararla: sería un hecho. Las solemnidades verbales servirían para consumarla simbólicamente después, no para fantasear una realidad inexistente antes, como ha ocurrido en este caso. ¿”Constituir la República” es, en este caso, una expresión ‘performativa’ o bien una agónica fórmula vacía de contenido?

Muchos habíamos asumido con toda la determinación posible las consecuencias de la independencia: las buenas y las malas. Que todo era muy difícil resultaba y resulta evidente. Las consecuencias de proferir una simple frase que no llevaba a ninguna parte, -que ya sabíamos que no llevaba a ninguna parte y que, además, perjudicaba a todos- eran sin embargo otra cosa muy diferente. A cambio de la independencia de Cataluña, muchas personas -yo mismo- estábamos dispuestos a pasar por el inevitable pedregal. A cambio sólo de una frase vistosa derivada de la épica de la desobediencia -esto es lo que ha sido esta pseudo-DUI-, no: ya somos mayorcitos para estas cosas. Aunque resultarían legítimos, ahora no es el momento de hacer reproches ni de hurgar llagas. Esto no significa, sin embargo, que perdamos la lucidez como quien pierde las llaves de casa. La vía iniciada ya no tiene recorrido. Imaginemos otra, pues, pero sin chuparnos el dedito. Me pregunto, entre otras cosas, si es obligatorio que esta cuarta o quinta vía implique participar en unas elecciones convocadas por la misma autoridad colonial que transformó el referéndum en un apaleamiento masivo. Me pregunto también qué pasaría si el independentismo sacara 134 diputados y el unionismo sólo 1, aunque la respuesta es autoevidente: todo seguiría igual que ahora. Bueno, igual no, porque entonces tendríamos legitimada la aplicación del artículo 155 con nuestros votos.

ARA