500 años de la Europa con dos almas

Martín Lutero labró una división en el seno de la Iglesia que dio forma al mundo contemporáneo y se ha mantenido a lo largo de los siglos

La Europa que conocemos no sería tal sin echar la vista atrás y tener en cuenta la Reforma protestante de Lutero, que este 2017 ha cumplido 500 años. No fue sólo un fenómeno religioso. Fue más allá de la Iglesia y alcanzó a la política, la ciencia o el arte. La lucha por el poder entre los nobles de Alemania y el emperador Carlos V configuró y dio alas a aquellos cambios eclesiales que impulsó el monje agustino y que no se hubieran producido sin la imprenta, una auténtica revolución en su época. El invento de Gutenberg permitió que se propagaran ideas y textos a gran velocidad sin pasar los filtros de quienes controlaban la producción de libros y la escritura: la Iglesia y la nobleza. Hoy tenemos las redes sociales e internet, que en parte han sido un fenómeno similar que reconfigura y modifica de forma constante la escena sociopolítica.

La Unión Europea apenas tiene 60 años y ha traído un periodo de paz y estabilidad tras las dos grandes guerras al Viejo Continente, pero sigue habiendo dos Europas latentes que vienen de lejos. O incluso tres, con el Este. En el ente comunitario, en términos económicos y políticos, se habla ahora de una Europa a dos velocidades. Pero no sólo hay diferencias económicas entre norte y sur y oriente y occidente -patrones y dicotomías que se repiten a menudo en otras partes del mundo-, también las hay culturales, sociales y religiosas, entre otros ámbitos. Y muchas diferencias fueron acentuadas por al Reforma.

“Las consecuencias de ese cataclismo pusieron de relieve la existencia de dos culturas, dos modelos de relaciones sociales, dos formas de entender la política y el poder, incluso, dos modelos económicos que aún hoy perviven entre la Europa del norte y la Europa mediterránea”, explica Jaume Botey, filósofo, teólogo y doctor en antropología que fue profesor de Historia de la Cultura en la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) en el cuaderno A 500 años de la Reforma protestante editado por Cristianisme i Justícia Jaume Botey.

El fin del medievo, el inicio de la modernidad

Se atribuye a Martín Lutero (1483-1546) el inicio de la Reforma protestante en 1517 con las 95 tesis contra la venta de indulgencias. Antes otros intentaron tomar caminos reformistas pero no tuvieron al alcance los medios ni el respaldo que tuvo el monje sajón. Tampoco el contexto favorable: el fin del medievo, el inicio de la modernidad. La Reforma “fue la expresión de las profundas fisuras que, desde finales del siglo XIII, aparecen en la monumental unidad entre pontificado e Imperio, sobre la cual se asentó el feudalismo”, apunta Botey. Unos años antes del estallido de la Reforma, Maquiavelo ya había hablado de la separación de poderes entre Iglesia y Estado en El Príncipe.

En la época de Lutero, el mundo se lanzaba hacia la modernidad con el Renacimiento y tomaría dos siglos después un punto de no retorno con la Revolución Industrial del siglo XVIII. Antes de ello llegaron avances como la imprenta o la brújula, el descubrimiento de América -que debía ser evangelizada y hacía prescindible para Roma a una parte de la Cristiandad al centrar sus esfuerzos los colonizadores en el nuevo mundo-, la oposición del nominalismo a las corrientes filosóficas anteriores, el debate entre el método racional y empírico, y el cambio de una concepción teocéntrica a una antropocéntrica. Nació la burguesía y se construía una sociedad secularizada e individualista que renegaba de lo anterior, olvidándose de lo divino y focalizándose en lo terrenal. Todo ello en conjunto sentaría las bases para revoluciones futuras y el nacimiento del sistema socioeconómico que hoy rige el mundo moderno.

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El mapa de las religiones cristianas en Europa tras la Reforma (Laura Aragó)

Lutero contó siempre con la protección de los príncipes de Sajonia y el apoyo clave de otros nobles germanos. Así abrió un camino que desembocó en el protestantismo -hoy ramificado y dividido en todo el mundo- y logró la emancipación del papado. Como en el cisma de Oriente en el siglo XI, entre católicos y ortodoxos, la política y las disputas por el poder jugaron un papel clave, más allá de las cuestiones doctrinales.

En los tiempos de Lutero la Iglesia estaba en decadencia. El papado era un estamento más de poder y no se predicaba con el ejemplo desde el Vaticano. La alta presión fiscal de la curia y de Roma sobre los campesinos y los territorios también fueron parte del germen que propició que aquella Reforma calara y se expandiera por el norte de Europa junto con el nacionalismo creciente en la época del absolutismo y las disputas.

La crisis de credibilidad de las altas instancias del clero ya había provocado el surgimiento de movimientos como los franciscanos y, antes, los monasterios del Císter, que intentaban volver a las raíces del cristianismo con una vida espiritual profunda y pobre, alejados del poder y los obispos-príncipes. La autoridad pontificia había quedado en entredicho durante el cisma de Occidente con la bicefalia papal en Roma y Aviñón durante medio siglo, que ponía de relieve que la política jugaba un papel clave en la cuestión religiosa.

La Reforma fue la expresión de las profundas fisuras que, desde finales del siglo XIII, aparecen en la monumental unidad entre pontificado e Imperio, sobre la cual se asentó el feudalismo”

Jaume Botey

Profesor de Historia de la Cultura

Aunque el emperador Carlos V estaba aliado con el Papa, para mantener la paz social en su territorio y retener el apoyo de la nobleza alemana en sus guerras con Francia y con el Imperio Otomano se vio obligado a permitir la libertad religiosa y no combatir a los protestantes, aunque la libertad era para los príncipes que tenían el poder para decidir la confesión de sus súbditos, hecho que provocó migraciones internas. Carlos V les acusaba de moverse en busca de poder y no motivados por la cuestión teológica. Los nobles usaron la Reforma para hacerle oposición y apropiarse de los bienes que tenía la Iglesia en su territorio.

Un hombre medieval, preocupado por lo divino

En todo contexto, “Lutero no dejaba de ser un hombre del medievo”, explica Rafael Lazcano, historiador experto en el mundo agustiniano y autor de Lutero, una vida delante de Dios (San Pablo, 2017). Lo define como un hombre “de espíritu libre y crítico, trabajador, dueño de su pensamiento, batallador, subversivo, visionario y seductor” y opina que su objetivo no era otro que “liberar al cristianismo de las ataduras del medievo con el fin de recuperar la dimensión espiritual del cristiano”.

Lutero nació y murió en un pequeño pueblo de Sajonia, Eisleben, que formaba parte del Sacro Imperio Romano Germánico. El nombre del pueblo ahora es Lutherstadt Eisleben, con mención a su hijo más famoso. Pero fue, sobre todo, desde Wittenberg, desde el monasterio agustino y la universidad, donde Lutero impulsó su Reforma. Hoy no faltan recorridos, visitas guiadas y un ambiente que recrea lo que sucedió hace cinco siglos como gancho turístico en ambas poblaciones.

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Las diferencias con la Iglesia católica

En el imaginario popular, Lutero clavó el 31 de octubre de 1517 en la puerta de la Iglesia del palacio de Wittenberg el documento con 95 tesis contra las indulgencias, en aquella época predicadas para financiar las obras de la basílica de San Pedro. Esa es la fecha que se toma como punto de partida de aquella revolución y la iconografía mentada quedó inmortalizada por el arte, pero esa escena en realidad no ha quedado documentada. Lo que hizo el monje agustino fue mandar sus tesis por carta a quien creyó oportuno, entre ellos al obispo de Maguncia, primado de Alemania, y se reprodujeron rápidamente gracias a la imprenta. En aquel momento empezaron sus desencuentros con la Iglesia.

Antes, tuvo ocasión de viajar a Roma por un asunto interno de su orden y volvió a Alemania decepcionado, por la corrupción que vio en el estamento eclesial y a nivel espiritual y por la pobre atención que recibió. Lutero era un hombre obsesionado por su salvación. Se había hecho monje después de salvar la vida durante una tormenta y que cayera un rayo a su lado. Le había hecho una promesa Santa Ana y cumplió pese a que en su casa querían que fuera jurista y se oponían a ello. Era un monje escrupuloso y obsesionado con el cumplimiento de la observancia, con su salvación.

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Angustiado al no encontrar consuelo ni lograr la paz interior que anhelaba, encontró en una epístola de San Pablo, el apóstol de los gentiles, la clama que buscaba en su “experiencia de la torre”. Llegó a la conclusión de que el hombre se salvaba por la misericordia de Dios y por la fe. Para Lutero, el hombre no podía hacer nada y su voluntad dependía del combate entre Dios y el diablo. No podía cooperar ni actuar bien, era su naturaleza. Así pues, el único justo era Dios y el hombre quedaba justificado por él y por la fe, que debía llevarle a confiar en Cristo de forma incondicional. Era esa fe la que modificaba las obras con la gracia. Aquello le dio paz y fue lo que realmente empezó a provocar su distanciamiento con Roma. Desarrolló la idea contradictoria del hombre justo y pecador. El hombre es justo al quedar justificado por Dios, pero pecador por su condición en la tierra.

Tras ello, Martín Lutero aborreció las leyes y criticó el papado y su poder para conceder indulgencias. Para Lutero, la Iglesia eran todos los fieles y su cabeza visible era Cristo. Impulsó el conocimiento de la Biblia y basó todo su pensamiento en sus lecturas parciales de los textos sagrados, que en su opinión eran la única fuente valida y que, como tal, no debía ser interpretada por los demás sino por cada uno.

Esa certeza le llevó a traducir la Biblia al alemán, empezando por el Nuevo Testamento. Y de allí dedujo que había que eliminar la vida monacal y permitir que los clérigos se casaran. Lutero contrajo matrimonio con Catalina de Bora, una antigua monja cisterciense con quien tuvo tres hijos y tres hijas.

El pensamiento de Lutero

Dada la unión entre la nobleza y la Iglesia, el debate teológico que desencadenó Lutero involucró a religiosos, pero también a los nobles. De hecho, el todavía monje agustino llegó a coincidir y exponer sus ideas ante un joven Carlos V, ya coronado emperador, en la Dieta de Worms en 1521.

Lutero era un hombre culto, que había estudiado filosofía y humanidades y que desde joven destacó académicamente. Fue un escritor prolífico, capaz de usar un lenguaje refinado y a la vez la lengua corriente y un tono mordaz que entendía todo el mundo. Estaba influenciado por las lecturas paulinas y las de San Agustín, el último padre de la Iglesia, además de la corriente moderna nominalista revisada de Gregorio de Rímini. La fe no podía alcanzarse mediante la razón, por ello acabó por aborrecer la razón y la filosofía, que, a su juicio, era“la ramera del diablo”.

Se apoyaba en la escritura y le sobraban las mediaciones terrenas, por eso se alzó un dique entre él y la Iglesia católica y el papado”

Rafael Lazcano

Historiador experto en el mundo agustiniano

En un primer momento, y así lo revelan sus escritos, Lutero no pretendía una escisión en el seno de la Iglesia católica, pero conforme profundizaba en su reforma teológica y era contestado por Roma, aumentaba su aversión hacia el papado y todo lo que tuviera relación con el Vaticano, llamando al Papa de forma constante “Anticristo” y asociándolo al diablo.

Al principio llegó a ganarse la simpatía del príncipe humanista de la época, Erasmo de Rotterdam, pero las afirmaciones de Lutero respecto a la libertad humana y su condicionamiento que le impedía ser libre y obrar el bien provocó un enfrentamiento con él, con sendas publicaciones. Lutero afirmaba que el hombre no era libre y estaba inclinado a hacer el mal, al pecado y a la concupiscencia, hecho que le había atormentado en el pasado.

“Se apoyaba en la escritura y le sobraban las mediaciones terrenas, por eso se alzó un dique entre él y la Iglesia católica y el papado. Era un hombre de firmes convicciones y conforme profundizaba más se convencía de ello, por eso al final de su vida, en su lucha permanente, se vuelve más agrio con su fe apasionada, sobre la que construyó la nueva doctrina”, explica Lazcano. “No era un hombre mediador ni conciliador entre posturas”, añade.

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estatua de Lutero en la plaza de Wittenberg, en Alemania, junto a un cartel conmemorativo de la reforma (John Macdougall / AFP)

“Yo creo que las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas, era un reformador”, dijo el papa Francisco hace unos meses. “En ese tiempo la Iglesia no era un modelo que imitar, había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, el apego al dinero, al poder, y por eso él protestó. Él era inteligente, dio un paso adelante justificando por qué lo hacía, y hoy luteranos y católicos, protestantes, todos, estamos de acuerdo con la doctrina de la justificación, en ese punto tan importante Lutero no se ha equivocado”, reflexionó el Papa en junio de 2016 durante una rueda de prensa a bordo del avión papal, cuando volvía de Armenia.

La respuesta de la Iglesia llegó con Lutero ya muerto en el Concilio de Trento, en el que los protestantes no quisieron participar y que abordó la cuestión doctrinal de la justificación que había empujado a Lutero en un primer momento a distanciarse de Roma. Allí arrancó la Contrarreforma que abanderó la Compañía de Jesús en Alemania. Curiosamente, Francisco, adalid del ecumenismo y que ha conmemorado la Reforma, es jesuita.

A nivel político, Lutero estuvo cerca de la nobleza. Durante la revuelta de los campesinos primero les dio apoyo e intentó mediar en el conflicto con los nobles, pero acabó por posicionarse contra el pueblo con mucha dureza y reclamar que fueran aplastados porque su sedición llevaba al país a la ruina.

El protestantismo tras Lutero

Tras la Reforma luterana, que fue una revolución que él mismo en un primer momento no preveía, llegaron más reformas entre los propios reformistas y el movimiento creció por Alemania y otros países del norte de Europa que rechazaban la primacía romana y el sometimiento al papado. De hecho, surgieron a su alrededor, cuando él todavía vivía, otras corrientes protestantes que empezaron con su teología pero acabaron distanciándose y separándose con matices sobre los sacramentos y otras doctrinas. La más importante fue la de un contemporáneo suyo, Juan Calvino, en Suiza. El caso de los anglicanos fue muy peculiar, pues no abrazó desde el primer momento las tesis luteranas. Hoy los protestantes están repartidos por todo el mundo y divididos en diversos grupos e iglesias nacionales.

Desde el inicio hubo guerras religiosas dentro de los países donde llegaban los aires de cambio y también entre países. A escala continental los conflictos finalizaron con la Paz de Westfalia.

En el mundo hay 2.300 millones de cristianos según el Pew Research Center, aunque en Occidente la cifra está decreciendo. La fe en Jesucristo sigue siendo la religión principal pero se prevé que los musulmanes iguale el número de fieles en 2050. De los cristianos un 37% son protestantes -los luteranos son unos 72 millones- y un 50% son católicos, además de un 12% de ortodoxos. Otras confesiones influenciadas por el cristianismo como los mormones o los testigos de Jehová suman un 1%. Entre los protestantes, los más numerosos son los pentecostales y los evangelistas.

Lutero puso en marcha un movimiento que cambió el mundo en su época y que modeló el mundo actual en Occidente

Carlos Eire, historiador de la Universidad de Yale, defiende en su libro Reformations (2016) que, si bien Lutero no cambió el mundo “con su sola mano”, lo que él puso en marcha cambió el mundo tal como era entonces y “continúa dando forma a nuestro mundo actual y definiendo quienes somos en Occidente”. En un discurso durante una celebración religiosa en Wittenberg el pasado 31 de octubre, Angela Merkel -hija de un pastor luterano- afirmó que “con sus tesis, Lutero echó a rodar algo que cambiaría el mundo”.

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Angela Merkel durante la ceremonia que conmemoraba la Reforma en Wittenberg (John Macdougall / AFP)

Con su traducción de los textos bíblicos, el movimiento de Lutero normalizó el alemán moderno y ayudó a unificar el idioma. El hecho de acercar las sagradas escrituras a todos los ciudadanos impulsó la educación en las zonas donde se extendió el protestantismo y en varios periodos de la historia alemana su figura ha sido reivindicada como la de un héroe nacional, aunque el filósofo Nietzsche, también hijo de un pastor y contrario al cristianismo, le detestara y le acusara de apagar el Renacimiento humanístico que triunfó en Italia.

Hace más de un siglo el sociólogo alemán Max Webber defendía en La ética protestante y el espíritu del capitalismo que la reforma emprendida por el monje alemán en el siglo XVI puso una de las bases del capitalismo, sobre todo en la teología y la organización sociopolítica de Juan Calvino y la ética de los movimientos que surgieron de su reforma.

La austeridad y el capitalismo

A diferencia de Lutero, Calvino mandaba cumplir con escrúpulo la ley y tuvo una visión misionera que le llevó a exportar sus ideas más allá de Ginebra, donde logró establecer una auténtica teocracia, con penas de muerte para blasfemos o adúlteros. A su vez, el régimen de Calvino tuvo un impacto económico positivo. Luego se relajaron las leyes, pero la austeridad, el trabajo ofrecido a Dios y el ahorro fueron base para el capitalismo. Esas teorías del padre de la sociología moderna han sido discutidas y el debate hoy sigue abierto.

Guillem Correa, presidente del Consell Evangèlic, que representa a los 150.000 protestantes de Catalunya, agrupados en 725 comunidades y 150 instituciones de esa confesión, señala la cultura del esfuerzo, el trabajo bien hecho, la responsabilidad y el juicio o la solidaridad como valores que representan a su religión.

Lo cierto es que los países de tradición protestante fueron inmunes a la crisis económica que ha puesto en jaque a Europa desde 2008 y son los que prosperaron más rápido tras la Reforma. El historiador David Cantoni, de la Universidad de Múnich, apunta que ese desarrollo económico superior se debió al fomento de la educación, que aupó la ilustración alemana, impulsada por la libertad de debate que había facilitado el protestantismo.

Católicos y protestantes caminan juntos por la senda ecuménica tras la revisión del personaje de Lutero

Durante años el personaje de Lutero fue visto con malos ojos desde amplios sectores del catolicismo, aunque esa concepción cambió ya en el siglo XX. El Vaticano y los luteranos transitan ahora por una senda ecuménica con un diálogo fluido desde hace 50 años que tuvo su mayor logro en la declaración conjunta de 1999 sobre la doctrina de la justificación, el hecho que empezó a distanciar a Lutero de la Iglesia católica. Los metodistas se sumaron a esa declaración en 2006.

Ese año aprovecharon la fecha señalada, el 31 de octubre, para “pedirse perdón por las ofensas entre cristianos” en el pasado, como colofón a la conmemoración de la Reforma, que arrancó un año antes en Lund, Suecia. Allí hubo una celebración ecuménica en la que el papa Francisco estuvo presente y firmó un documento que emplazaba a ambas confesiones a caminar hacia la unidad, lo que permitió abordar los hechos de hace 500 años desde un punto de vista constructivo y con espíritu ecuménico. “Me alegro de que por primera vez hayamos tenido un aniversario que no es un distanciamiento frente a los católicos”, apuntó Heinrich Bedford-Strohn, presidente de la Iglesia Evangélica, que es la entidad que aglutina a más protestantes en Alemania, en los actos conmemorativos de Wittenberg, donde hubo una celebración ecuménica.

Los gestos inequívocos de Francisco

“Lutero ha dado un gran paso para poner la Palabra de Dios en las manos del pueblo. Reforma y Escritura son las dos cosas fundamentales que en las que podemos profundizar mirando la tradición luterana”, dijo antes de su viaje a Suecia el Papa, a quien le acusan a veces de hereje y han llegado a decir que está bajo la influencia de Lutero por sus tesis sobre el matrimonio, el divorcio o el perdón en la exhortación apostólica sobre la familia Amoris Laetitia, que ha provocado quejas en los sectores más conservadores de la Iglesia.

“Además del acceso a la Biblia, hay que destacar la participación de los laicos de la vida religiosa y vivir la fe en pequeñas comunidades”, apunta Cristina Inogés, teóloga católica formada en una facultad protestante que acaba de publicar Charitas Pirckheimer. Una vela encendida contra el viento (San Pablo, 2017), sobre la vida de una abadesa contemporánea de Lutero de un convento de clarisas de Nuremberg que rebatió las tesis del monje agustino.

“Siempre se habla de dar protagonismo a los laicos, pero no se acaba de hacer. Nos cuesta un poco”; apunta Inogés. Sobre el ecumenismo y el diálogo, la teóloga ve gestos inequívocos y muy significativos del papa Francisco, no sólo por su presencia en Lund, sino por invitaciones que ha hecho a miembros de otras confesiones al Vaticano y sus encuentros habituales con protestantes. Ïnogés destaca la convicción de Francisco de caminar hacia la unidad en lo esencial. En el último consistorio cardenalicio del pasado mes de junio, Francisco nombró cardenal de Estocolmo a Anders Arborelius, de familia luterana y convertido al catolicismo de mayor. A la celebración invitó a la obispa luterana Antje Jackelén, con quien compartió celebración en Lund.

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Francisco y Antje Jackelen, obispa de Uppsala en Lund hace un año (Max Rossi / Reuters)

Pablo Blanco Sarto, teólogo y doctor en Filosofía y coautor de Lutero 500 años después. Breve historia y teología del protestantismo (Rialp, 2017) opina que la Iglesia se encuentra en un nuevo momento de reforma impulsado por el Papa y sostenida en las vigas maestras que dejaron sus antecesores, “aunque esta vez es interna e impulsada por el Vaticano en campos como las finanzas, las investigaciones por los casos de pederastia o las cuestiones de la familia tratadas en los sínodos de 2014 y 2015”, explica.

La Iglesia, una entidad con dos milenios de vida, vira de forma muy lenta en un mundo que avanza a una velocidad vertiginosa. Las cosas no cambiarán de un día para otro y Francisco, por ahora, se contenta con orar y trabajar junto a protestantes y ortodoxos, con el acento puesto en aquellos que más sufren y los pobres. La unidad no es cosa de dos días, y para Francisco “antes que una meta, es un camino” con su propio su ritmo, “con sus retrasos y sus aceleraciones, e incluso con sus pausas” y como todo camino, “requiere paciencia, tenacidad, esfuerzo y compromiso”. Su hoja de ruta es caminar, pues el diálogo teológico se hace en camino y no en un laboratorio, apunta el primer papa sudamericano.

http://www.lavanguardia.com/internacional/20171126/433094528369/lutero-reforma-protestante-500-anos.html