Naturaleza y ciencia ciudadana

LA Ciencia Ciudadana es una práctica que está adquiriendo cada vez más protagonismo Y que implica la participación ciudadana en las actividades propias de una investigación científica. Los ciudadanos y las ciudadanas contribuyen activamente a la investigación con diversas tareas, entre ellas las observaciones de campo, pero también pueden desarrollar otras funciones.

La Asociación Europea de Ciencia Ciudadana (ECSA) considera que “la ciencia ciudadana representa un tipo de investigación como cualquier otro, con sus limitaciones y carencias, que hay que tener en cuenta y controlar. Sin embargo, a diferencia de las aproximaciones tradicionales de investigación, la ciencia ciudadana ofrece oportunidades para una mayor participación pública y democratización de la ciencia. La ciencia ciudadana no se puede ver como un sustituto del trabajo de la comunidad científica, sino como un complemento muy valioso que permite conocer algunos aspectos relevantes para la conservación de los seres vivos del mundo”.

Concretamente, un estudio reciente publicado en la revista Biological Conservation, reafirma el papel fundamental que tiene la ciencia ciudadana para la conservación de la biodiversidad y alienta a seguir trabajando para mejorar y aumentar su aportación. En el citado estudio, se afirma que “actualmente la ciudadanía proporciona una gran cantidad de datos sobre biodiversidad que son útiles para la ciencia, pero esta información tiene todavía más potencial para evaluar la biodiversidad a escala regional y global”. De hecho, “más del 50% de los datos de la Infraestructura Mundial de Información en Biodiversidad (GBIF, por sus siglas en inglés) ya provienen de la ciencia ciudadana”, según el catalán Bernat Claramunt, uno de los autores del citado estudio.

Sin duda, uno de los mayores retos a los que se enfrenta la humanidad es conservar y detener la pérdida de biodiversidad. La Unión Europea no alcanzó en 2010 su objetivo de frenar la pérdida de biodiversidad en todo el territorio de la Unión. Las plantas, animales, climas y paisajes se siguen perdiendo a un ritmo sin precedentes en la historia del planeta. Las causas de esa progresiva desaparición se multiplican con el tiempo y si no adoptamos una serie de medidas urgentes y no modificamos nuestro modelo de desarrollo y consumo, esas situaciones que deterioran nuestro entorno se acrecentarán. Debido a ello, la UE se planteó como un objetivo principal para 2020 detener la pérdida de biodiversidad y la degradación de los servicios ecosistémicos y restaurarlos en la medida de lo posible, incrementando al mismo tiempo la contribución de la UE a la lucha contra la pérdida de biodiversidad mundial.

Euskadi no va a la zaga. Y para poder afrontar las demandas más urgentes del medio natural, en la actualidad se cuenta con la Estrategia de Biodiversidad del País Vasco 2030. La Estrategia se ha elaborado a partir de un amplio proceso de participación ciudadana, en colaboración con otros departamentos del Gobierno vasco, diputaciones forales y agentes técnicos y sociales. Plantea cuatro ejes de actuación para evitar la pérdida de biodiversidad: la protección y la restauración de los ecosistemas; el impulso de la Red Natura 2000; la promoción del conocimiento y la cultura de la Naturaleza; y la eficiencia en la gestión del territorio y el Patrimonio Natural.

La UE no alcanzó en 2010 su objetivo de frenar la pérdida de biodiversidad en la Unión. Las plantas, animales, climas y paisajes se siguen perdiendo a un ritmo sin precedentes

Sin duda alguna, este nuevo instrumento de planificación ambiental facilitará que el medio natural del que disfrutamos en el País Vasco pueda ser legado a las futuras generaciones en las mejores condiciones posibles.

Pero retomando el tema con que iniciaba el artículo, la Ciencia Ciudadana, conviene resaltar que antes de iniciarse la Estrategia de Biodiversidad del País Vasco 2030, el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno vasco, en 2014, ya planteó la creación de una plataforma de ciencia ciudadana en materia de Biodiversidad que integre la información generada por todos los agentes académicos, investigadores sociales, empresariales y administrativos “de modo que se refuerce de modo sustancial la base de conocimiento en la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad”.

Sin duda, la información sobre biodiversidad es compleja con una base de conocimiento científico importante, muy especializada y que se genera por muy diversos agentes: universidad, centros de investigación, consultoras, sociedades naturalísticas o la administración pública. Ello origina que muchas veces los datos y recursos de información estén dispersos y que se eche en falta la integración e interpretación conjunta de la información, lo que a su vez ocasiona duplicidades en la obtención de datos y falta de conocimiento de la totalidad de la información generada.

Pero conviene resaltar que, en los últimos años ha habido muchos proyectos de estudio de la biodiversidad en los que ha concurrido un importante voluntariado para las observaciones de campo. Y estas iniciativas científicas ciudadanas constituyen un valioso medio para recoger datos actualizados y de calidad y a la vez movilizar a los ciudadanos y a las ciudadanas para que participen en las actividades de conservación de la biodiversidad.

Por tanto, bienvenida sea la ciencia ciudadana para conocer y contribuir a conservar la biodiversidad. Ni más ni menos, los “científicos ciudadanos”, aquellas personas de la sociedad que voluntariamente se comprometen con el trabajo científico, contribuyen a la ciencia ambiental, y a ser partícipes de ese reto, como es la salvaguarda de nuestra naturaleza.

La biodiversidad es esencial como fuente de alimentos, energía, materias primas, aire y agua. La biodiversidad es, además, una parte importante de nuestro legado cultural y contribuye al conocimiento, la salud, el ocio y el turismo. Todavía queda mucho por hacer.

DEIA