Una nueva cultura del agua

HOY, 22 de marzo, se celebra una vez más el Día Mundial del Agua. En esta ocasión, su lema es: Aguas residuales, ¿por qué desperdiciar agua? Sin duda, un lema apropiado ya que globalmente más del 80% de las aguas residuales vuelve a fluir hacia el ecosistema sin ser tratadas o reutilizadas y 1.800 millones de personas utilizan una fuente de agua potable contaminada con heces, con el riesgo de contraer enfermedades como cólera, disentería, fiebre tifoidea o poliomielitis. Esta es la causa de alrededor de 842.000 muertes cada año.

Por otra parte, este año se cumplen 17 años de la entrada en vigor de la Directiva Marco del Agua (DMA), que supuso un hito fundamental para la salvaguarda de los ecosistemas acuáticos de la Unión Europea. La citada directiva define y promueve la adopción de una nueva cultura del agua basada en su consideración dual como recurso natural y como hábitat. Sus planteamientos están haciendo cambiar la gestión del agua en Europa y en Euskadi.

La DMA surge como respuesta a la necesidad de unificar las actuaciones en materia de gestión de agua y así hacer frente a la creciente presión a las que están sometidas las aguas de la Unión Europea por el continuo crecimiento de la demanda de agua de buena calidad y en cantidades suficientes para todos los usos.

En este sentido, la DMA ha cambiado los tradicionales enfoques de “oferta” sustentada sobre la base de grandes infraestructuras hidráulicas, por estrategias de “gestión de la demanda” y de “conservación” y “restauración” del recurso y sus ecosistemas continentales, estuarios y litorales.

El agua es un recurso natural escaso, indispensable para la vida y para el ejercicio de la inmensa mayoría de las actividades económicas, cuya disponibilidad debe lograrse sin degradar el medio ambiente en general, y el recurso en particular. Se trata de buscar una armonización y complementariedad de intereses, sin poner en riesgo el equilibrio entre el desarrollo económico y los límites y capacidades del propio entorno, a fin de posibilitar el bienestar de los ciudadanos y las ciudadanas a medio y largo plazo.

En Euskadi, gracias al esfuerzo de las administraciones respectivas y de la sociedad en su conjunto, lejos quedan ya los tiempos en los que se consideraba a los ríos, arroyos, lagos, humedales, mares y acuíferos como meros lugares por los que circulaba agua. Una época en la que los ríos eran utilizados sin recato como aliviaderos para nuestros desechos. En aquellos años, nuestros espacios acuáticos suponían, en muchas ocasiones, un importante obstáculo al desarrollo urbanístico e industrial de una sociedad cada vez más dependiente de un desmesurado consumo.

Hoy en día, desde las administraciones se toman medidas para la compatibilización del uso del agua con la necesaria protección del medio acuático: se depuran de forma adecuada y se controlan vertidos, se potencia un consumo sostenible del agua, se previene el deterioro ambiental de las masas de agua, se restauran tramos degradados y se conciencia y se educa en la importancia de tener ríos, lagos, humedales, mares y acuíferos en buen estado.

Asignaturas pendientes Ahora bien, todavía quedan asignaturas pendientes y retos que hay que afrontar.

En la actualidad, las presiones dominantes que afectan al estado del medio acuático en Euskadi no son tanto relativas a la cantidad del recurso como a la contaminación de las aguas y al deterioro físico de los ecosistemas. El origen de las presiones más relevantes procede de los usos urbanos e industriales, como la contaminación puntual por vertidos de aguas residuales e industriales; la alteración física del medio hídrico y del régimen de caudales; y la masiva ocupación de márgenes cercanos a los cursos de agua para uso urbano-industrial que ha dado lugar a que numerosos tramos fluviales y de estuarios presenten encauzamientos y canalizaciones realizados para disminuir teóricamente los efectos de las inundaciones.

Sin embargo, las condiciones de naturalidad del cauce de los ríos y sus márgenes tienen un papel clave en el funcionamiento de los ecosistemas fluviales. Las alteraciones morfológicas provocan pérdidas de conexión con el ecosistema ribereño y los ecosistemas terrestres próximos y la menor disponibilidad de refugios para la fauna o el deficiente desarrollo de vegetación acuática.

En los últimos años, se está actuando con técnicas de intervención más blandas en cauces, márgenes y riberas, aunque en algunas zonas los destrozos son irreversibles. Esta nueva sensibilidad define la tendencia a futuro en Euskadi y ha impregnado diversos proyectos realizados en la anterior década y en la presente de restauración y recuperación de zonas húmedas (Plaiaundi en Txingudi, Marismas del Deba, Laguna de Musku en Laguardia, Urdaibai, etcétera). Otras líneas de trabajo promovidas por la administración incluyen la demolición de encauzamientos duros y su sustitución por obras de ingeniería naturalística como, por ejemplo, el llevado a cabo en la regata Artia, en Irun -el primero que se hizo en Euskadi con técnicas ecológicas-, al que le han seguido otros; la adquisición de terreno para restauración de zonas húmedas degradadas (por ejemplo, la Laguna de Lakorzana, en el municipio alavés de Armiñon); y la plantación de vegetación de ribera en márgenes de cursos fluviales.

La gestión sostenible Pero siguiendo con las principales presiones sobre el medio acuático en Euskadi, también conviene citar el impacto local que provoca la extracción significativa de agua para diversos usos, que puede llegar a generar problemas graves en los tramos afectados que impidan el adecuado mantenimiento de los ecosistemas acuáticos. Y también la propagación de especies invasoras que provocan una disminución de la biodiversidad, contra las que se ya se viene actuando en los últimos años en diversos ecosistemas acuáticos.

También es preciso seguir trabajando, en la consolidación de una gestión sostenible del agua. En este sentido, es necesario completar las infraestructuras básicas de saneamiento y depuración aún pendientes y potenciar la reducción de la contaminación en origen. Es necesario reducir el riesgo de inundación. En este sentido, las peculiaridades de la geografía vasca, y de la huella humana en las proximidades de los ríos, hacen que el control preventivo sea una de las herramientas más importantes en la lucha para atenuar el efecto de las inundaciones. Pero, además, especialmente en las zonas en las que este riesgo es mayor, deben de adoptarse medidas estructurales, como las que se han llevado a cabo en Getxo u otros municipios o se vienen haciendo en Donostia, etcétera, aunque con cien puntos negros existentes en nuestra comunidad con alto riesgo de inundación, lógicamente deberán realizarse progresivamente.

Como se ve, queda aún mucho trabajo para alcanzar los ambiciosos objetivos de una gestión sostenible del agua y una nueva cultura del agua pero, como dice el refrán, “se hace camino al andar”.

DEIA