El artículo resume el informe de “Sajrat Qais” o el “Castro Silbaniano”, que localiza la fortaleza pirenaica de los escritos árabes y ahonda en la descripción del entramado geográfico al que pertenece el propio fuerte en el mapa histórico-geográfico de Navarra
En la cima de Gaztelu, las ruinas de Orarregi. | Foto: Paseos de Ikandu
“Sajrat Qais” es un apunte en escritos árabes históricos, que narran una construcción fortificada de la geografía histórica del Pirineo occidental. Textualmente la localizan a orillas del río “Argo”, lindante a Pamplona, y los escritos reflejan que fue una fortaleza muy querida por su sociedad y con gran fama entre los alrededores; cualidades que le merecieron ampliaciones, refuerzos y rediseños entre otros de Sancho Garcés en 924 dC.
El río que señalan, el Argo, en la antigüedad era el actual Arakil, mientras el río Arga de hoy tuvo en su día el nombre de Runa en Pamplona. Dicho esto, situar el fuerte de “Sajrat Qais” en un mapa parecía complicado, a partir de estas pocas instrucciones.
No obstante el apunte de Jimeno Jurío, por mencionar el rastro de “Sajrat Qais” más señalado (el castellum de Garaño en la vieja calzada hacia Orarregi), la fortificación tiene más que ver con el valle del Arakil en Uharte que con el Arakil que transcurre por Pamplona. Sobre ese río, y entre las geologías de Aralar y Urbasa, existe un medioambiente geográfico mencionado en algún momento como “Castro Silbaniano”. Es un zonal de los Pirineos que tiene un turístico pasado humano y que geográficamente se encuentra justo antes del plano del Ebro, antes de desembocar en el Arga. Esto es, lindante al valle de los pampilonenses.
El recinto del río Arakil es incluso más grande que el del castro de la Ulaña en Burgos, pero con unas características inversas: mientras uno es un plano elevado sobre unos muros geológicos de más de 1100 metros de altura, el silbaniano conforma una cuenca rodeada por los dos muros geológicos de Aralar y Urbasa y sus respectivas cordilleras.
De hecho, el Castro Silbaniano también figura relacionado con un dirigente de la Iglesia denominado Silvano. Una persona que llegaba aquí tras algunas discusiones institucionales con Zaragoza en su residencia anterior de Calahorra y en las que acabó por intervenir el Papa de Roma a través de unas decretales. Sin entrar en aquellos acontecimientos, ya que merecerían de por sí un comentario completo, es reseñable que la persona de Silvano no llevaba ese nombre propio y que traslada su residencia a un lugar que hasta ese momento había aparecido relacionado con Aracaeli (Uharte-Arakil), una circunscripción del camino romano cuya denominación era aracaeli mansio, “la parada del ara”, “la parada del altar”.
Es decir: el Argo pasa a ser Arakil desde la denominación de la zona como Aracaeli mansio, la parada del altar del dios Silvano, dios de los bosques, la madera y la agricultura.
En concreto se refiere al altar físico que es el ara y que es a su vez centro de un pomerium, el aro sagrado y también consagrado en toda su extensión a la deidad que lo regenta. En el entorno de esta parada del itinerario aparecen toponimias y etimologías como la de Aralar, Zamartze o Alfaro que describen de forma nítida el carácter sagrado de este medioambiente operacional dentro del Castro Silbaniano. Pero no solo son éstas las referencias que hablan de su importancia histórica. La parcela aparece como silbaniana en algunas batallas y contiendas a lo largo de aproximadamente doscientos años para más tarde ser la protagonista principal en la “batalla de araceli” con los “aracellitani”. Después es cuando los árabes mencionan la localización de “Sajrat Qais” sobre el río “Argo” y lindante a Pamplona; aunque no es propiamente toda la extensión del Castro Silbaniano sino una de las partes tras las atomizaciones y generalizaciones de los cambios sociales de la caída del Imperio.
Restos de la torre defensiva en la cima del monte Gaztelu | Foto: Montañero de Babio
Para describir este hito puntual es necesario acudir a la metodología crítica y practicar un ejercicio de trabajo sobre la toponimia del acceso al castro por este lado pamplonés (que además es el utilizado por las aceifas norteafricanas). En este afán brota el punto toponímico sargaitz como el más relevante y descriptivo. Y es en este espacio donde se ve el topónimo con algunas variantes lingüísticas que señalan de forma recurrente el adjetivo euskaro para este operacional tan defendido: el acceso difícil, sar gaitz.
Este fuerte es por su singularidad un gran método de comunicación visual y acústica. Cuando los escribas árabes describen “Sajrat Qais”, no es descabellado señalar que lo hacen para remarcar un hecho inadvertido para el historicismo europeo y que a la vez fue fundamental en el mapa mental de la sociedad de aquellos escribas: apuntar la ambición por sustituir el sonido de la campana de Orarregui de Sancho Garcés por un alminar desde el que convocar a la oración ( صلاة salat). Y no uno cualquiera. Este era el que cerraba la península Ibérica abierta por el alminar de Sajrat Abbad en Cádiz cuando desembarcó el general Tarik. Aunque aquí, en Sajrat Qais, finalmente y tras recorrer la península, el almuédano podía dirigir su canto a una Pampilona conquistada y protagonizar un evento único: transmitir un mensaje con el eco del Pirineo a sus cuencas y a Europa.
Sin duda, el deseo de Abd al-Rahman cuando pasaba por este lugar no era tanto a consecuencia de las tensiones propias del momento en la geografía, que también, era además una impresionante estrategia de marketing antiquísimo frente a Europa: hacer cantar como Sajrat Qais al Silvano de Orarregui. O dicho brevemente y con el gran logro de batalla que mereció los apuntes “Sajrat Qais” de Ibn al-Atir o Ibn Hayyan sobre el Gaztelu: la península está cerrada, el acceso a Europa está libre, y se ha notificado.
Sajrat Qais, por tanto, en el monte Gaztelu, era ambicionado como alminar de convocatoria de la oración de los árabes. Un lugar desde el que decir a Europa que toda la península era ya suya, resonando su mensaje por todo el Pirineo.