De los vascos sin historia a los vascos con historia

Para finales del siglo XIX, el reconocimiento de la nación cultural vasca era creciente y admitido. Otra cosa diferente era la nación política

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Congresos deestudios Vasco. Oñati 1918. (Sabino Arana Fundazioa)

LA Société d’Ethnographie Nationale et d’Arte Populaire organizó, entre el 15 y el 22 de agosto de 1897 en Donibane Lohitzune, un congreso sobre las tradiciones vascas. Participaron investigadores de ambas vertientes del Bidasoa, dantzaris de Zuberoa, Beasain y Bilbao, bertsolaris y, según la crónica del congreso, se cantaron las glorias de la Euskal Herria de siete provincias hermanas (pour les gloires de la chère Eskual-Herria, des sept provinces soeurs). Entre los participantes, el presidente de la Diputación de Gipuzkoa, M. Lizarriturry, que apelaba a la indisoluble unión de todos los vascos Zazpiak bat” porque “la raza de los que se dicen los hijos del Zazpiak Bat sirve de nexo de unión entre las dos naciones,… Francia y España”.

Uno de los ponentes, Adrien Planté, presidente de la Société des Sciences, Lettres et Arts de Pau, disertó sobre “¿Acaso los vascos tienen historia?”. Que los franceses o españoles en tanto que ciudadanos de sus respectivos Estados-nación la tuvieran quedaba fuera de toda duda. F. Engels ya había explicado que los pueblos que no habían alcanzado la independencia, entre los cuales citaba a los vascos, era porque carecían de la necesaria vitalidad. Pertenecían al pasado, a los pueblos sin historia, y lo mismo sucedía con los pueblos colonizados por los europeos en los continentes de América, África o Australia.

Precisamente, uno de los organizadores del evento, el alcalde de Saint Jean de Luz, el doctor Goyeneche, republicano y vasquista, le susurró al oído de A. Planté que “los vascos son como las mujeres honestas: carecen de historia”. La visión machista del ilustre médico de Donibane Lohitzune, promotor del vasquismo liberal-laicista, le sirvió para establecer un paralelismo entre el pasado de los vascos y el de las mujeres. Carecían de historia tal y como se entendía en el período de mayor auge del pensamiento colonial europeo. La atribución de ausencia de la historia es la antesala de otros negacionismos civiles y políticos.

Zazpiak bat, sujeto activo

A fines del siglo XIX, el reconocimiento de la nación cultural vasca, el Zazpiak Bat de los vascos era un sentimiento creciente y reconocido. Otra cosa era la nación política vasca, dotada de autogobierno. Sin embargo, después de la abolición de las instituciones forales vascas surgieron diversos proyectos y, por señalar los más destacados, Sabino Arana promovió una nación política vasca de inspiración indigenista católica; los euskalerriacos y R. Sota y E. Landeta, una nación política vasca, civil inclusiva. Estos reeditaron la obra de Zamácola Historia de las naciones vascas publicada en 1818 pero que en 1898 adquiría otra significación diferente a la que el autor confirió en su momento.

Cuando escribimos en euskara nos referimos a “euskaldunak”, desde Zuberoa hasta Bizkaia. Pero en castellano o francés, tenemos un problema, como no podía ser de otra manera. A comienzos del siglo XIX, Wilhem von Humboldt lo resolvió del siguiente modo: “Así ha perdido este desdichado pueblo hasta la unidad de su nombre”. Y concluyó “cuando se trate de todo el pueblo esparcido por el país vasco-francés, provincias vascongadas y Navarra: vascos”. Unos años mas tarde, el viajero británico R. Ford escribió, “Los vascos se llaman a sí mismos Euskaldunac, a su país Escualerria y a su lengua Euscara”. (A hand-book for travellers in Spain, and readers at home London, 1845).

Pero estos sujetos, los euskaldunak no son atemporales ni “naturales”. Se expresan y se constituyen como tales con relatos e historias, manifestando una mayor o menor conciencia de sí mismos, de ipseidad. Su evaluación corresponde a historiadores, pero no solo a ellos porque poetas, novelistas o productores de documentales pueden también modificar los agentes y generar manipulaciones anacrónicas. Por ello, es necesaria la reflexión crítica. Los Estados, las naciones, los pueblos son construcciones discursivas, necesarias para nuestra vida en común que nacen se desarrollan y se transforman en el curso del tiempo. Con la historia aprendemos a pensar históricamente analizando los ciclos cortos y las largas duraciones.

Un libro de historia, A. Oihenart

¿Cómo, quiénes y cuándo se han elaborado las historias generales de vascos?, ¿cuáles han sido las preocupaciones o preguntas que las sustentan? Cada generación elabora una visión de la Historia. Ahora bien, cuanta mayor erudición y conocimiento de hechos, menor es el margen para la falsificación, ahora que vivimos en tiempos en los que se crean agencias de noticias falsas. En las explicaciones caben siempre nuevas cuestiones y aproximaciones y este es el territorio en el que se produce el progreso historiográfico.

En Europa la emergencia de las historias particulares frente a la historia universal se produce al final de la edad media. El territorio y no la gens o grupo es el punto de referencia para parcelar la historia universal. En un mapa para explicar el Apocalipsis en el siglo XI aparece una delineación del territorio de Wasconia limítrofe con la Gallicia, porque los Pirineos se extienden desde Galicia hasta Girona. La historia de vascos participando activamente en la inicial mundialización se desarrolló a partir del siglo XVI con Baiona, Iruñea y Bilbao como núcleos urbanos rectores de referencia.

Esteban Garibay (1533-1599) se erigió en destacado historiador renacentista y explicó el tránsito de los handikis de las guerras de bandos a su integración en la nueva monarquía compuesta española. Era tiempo de multiplicidad de poderes en competición y cada poder elegía los sujetos de sus relatos. En las Juntas Generales se elaboraron nuevas historias y relatos en el contexto de las monarquías compuestas francesa y española, para preservar un poder público en su ámbito, con defensa de las libertades civiles.

Joannes Leizarraga dedicó su obra a la Reina de Navarra, Joana d’Albret, porque contribuyó a financiar la traducción al euskara del Nuevo Testamento. En adelante los vascos también podrían establecer su interlocución directa con Dios.

En el siglo XVII, un siglo de escepticismo y relativismo, se establecieron las bases de las ciencias históricas. En este contexto A. Oihenart (1592-1637), abogado del Silviet o Asamblea del pueblo común de Zuberoa y luego letrado del Parlamento de Navarra, publicó una historia Notitia utriusque Vasconiae, Noticia de ambas Vasconias, la aquitana y la ibérica y analiza a los “que en latín se denominan cántabros a los que los franceses llaman vascos o vizcainos y los españoles vascongados”. Criticó algunos mitos queridos como el del vascocantabrismo. Su contemporáneo, el cronista del Reino de Navarra José Moret editaba una historia de Navarra adaptado al marco de la Monarquía compuesta española. Y en el curso del siglo XVIII se plantearon historia de vascos de los siete territorios por el zuberotarra Jean Philippe Bela. En 1765 en el seno de la Sociedad Bascongada se formuló la necesidad de la “historia nacional vascongada” y el pedagogo Jusef Egiategi de Zuberoa escribió en euskera una filosofía e historia.

Estado-nación único

En el curso de la revolución liberal del siglo XIX, las academias y universidades de los Estados-nación español y francés inventaron una historia del pasado para todos los ciudadanos nacionales, es decir procedieron a la nacionalización española y francesa del pasado histórico en la que la historia de los vascos se arrincona en términos culturales y folklóricos. El tema de los orígenes de los vascos lo contaminó todo difundiendo la imagen de los vascos de las montañas como restos arqueológicos vivientes de una antigüedad prehistórica. Así, los vascos históricos se desvanecían en los respectivos procesos de asimilación. Sin embargo, el Pueblo y País Vasco no es antiguo sino moderno y se expresa en una lengua moderna, el euskara, en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

En el siglo XIX los historiadores Arturo Campión y Carmelo Echegaray impulsaron el tránsito de las leyendas y mitos a una renovada historia vasca fundada en la metodología de las ciencias históricas que se desarrolló a partir de la fundación de Eusko Ikaskuntza en 1918 con la visión innovadora de Ángel Apraiz. Bonifacio Echegaray redactó una historia general de Vasconia y la historia vasca comenzó a tomar carta de naturaleza en los trabajos preparativos del Estatuto del Estado Vasco redactado en 1931.

Unos años antes, en 1917, las diputaciones provinciales reclamaron la devolución de las instituciones forales y en su defecto un estatuto vasco. Este se negoció en 1919 pero el Gobierno español lo truncó en el trámite parlamentario. La idea de un Gobierno vasco comenzó a plantearse en 1918 y en 1936 se constituyó el Gobierno vasco.

En este período, la contribución más renovadora desde las ciencias históricas fue la que publicó Th. Lefebvre (Les modes de vie dans les Pyrénées atlantiques orientales, París, 1933), una visión que explica la formación de la civilización material vasca en los últimos 500 años.

Gobierno vasco (1936) e historia

Cuando el lehendakari José Antonio Aguirre se vio en el exilio como presidente de un gobierno nuevo tenía que explicar para sus alumnos en la Columbia University y sus homónimos el fundamento del Gobierno vasco. Necesitaba una nueva renovada historia vasca para una institución nueva, una historia cargada de futuro. Presentó una ponencia en el VII Congreso de Estudios Vascos en Biarritz y junto a Ildefonso Gurrutxaga trató de elaborar y difundir una nueva historia. En el exilio, los historiadores reflexionaron sobre el pasado de los vascos tomados en su conjunto. R. Menéndez Pidal por su lado elaboraba su historia de España, una España metafísica según Pruden Gartzia.

Por otro lado, Julio Caro Baroja publicó Los Vascos en 1949, un excelente análisis de los vascos con historia, el complemento de la historia de civilización material publicada en 1933 por Th. Lefebvre. Ambas obras constituyen las dos grandes aportaciones que articularon la historiografía vasca. Y así, a partir de 1970 florecieron nuevas historias generales de vascos que llegan hasta la publicada en el 2004 por la editorial Lur en cinco volúmenes, Historia de Euskal Herria, historia general de los vascos. Una historia escrita con una perspectiva microhistórica sin perder de vista el relato macro. Al igual que los artículos de las revistas de historia, Bidebarrieta y Vasconia.

Después del derrumbe del muro de Berlín se proclamó en el epicentro del imperio estadounidense el fin de la historia, sin percatarse de que la mayoría de la población mundial vivía en el límite de la subsistencia, sin opción de entrada en la Historia. Ahora el filósofo A. Badiou acaba de publicar El despertar de la historia para explicar las rebeliones políticas y sociales que se suceden a comienzos del siglo XXI.

Todo conocimiento científico es una interpretación, incluida la expuesta en el libro que hemos publicado de los historiadores vascos, con el propósito de impulsar un debate para comprender a los vascos con historia, en tanto que sujetos con conciencia histórica.

DEIA