Nafarroa es un pañuelo

Aprendí de los casetes que ninguna bandera podía ponerme la carne de gallina. Por eso miro desde cierta distancia que la gran manifestación del régimen contra el cambio en Nafarroa se haga «en defensa de la bandera de Navarra». Y aun desde la lejanía, no puedo dejar de asombrarme por el hecho de que a sus asistentes se haya pedido acudir con un pañuelo rojo, por aquello de darle un toque festivo y que no parezca el retorno del Requeté enfurecido.

Mucho me temo que, para buena parte de mis vecinos, que lo son, Nafarroa se ha convertido en un simple pañuelo rojo para irse de fiesta. Porque quienes van a manifestarse no lo hacen en defensa del mayor patrimonio cultural de los navarros, que es su realidad bilingüe. Lo siento, el euskara no es equiparable con la jota, por bien que se empeñen. Y tampoco salen en defensa de su historia, ni de su pasado independiente, ni de su realidad como estado que se estiró hasta mediados del XIX. Defienden la bandera de Nafarroa, pero de una Nafarroa reducida a nada y que se reivindicará entre banderas de sus conquistadores. De hecho, pueden coger el pañuelo rojo como símbolo y nada más, ni siquiera la ropa blanca, porque esa la crearon republicanos a los que otros vecinos llevaron al paredón. Si acaso, reivindicarán los fueros, entendidos de forma mística como los «huevos de Navarra», pero cuya tamizada continuidad tiene más que ver con una alianza con Felipe V que con testículo alguno.

Es triste que hayamos llegado a este punto de catetismo propio de chulos de bar que se jactan de ser «más navarro que nadie». Pero, por desgracia, Nafarroa es un pañuelo.

GARA