Arturo Campion

Escritor, historiador y euskalzale, la vejez le llevó a Donostia, en donde vivían algunos de sus familiares más cercanos. En 1936, Arturo Campión contaba 82 años de edad y llevaba ya varios que había perdido la vista como consecuencia de una diabetes que le había deteriorado ostensiblemente su salud. En los 45 días que duró la guerra en Donostia, Campión aún tuvo ánimo para colocar una gran ikurriña en la ventana de su vivienda en Emilia Enea, del barrio de Ategorrieta y entrevistarse con varios dirigentes navarros del PNV con los que había compaginado proyectos en Iruñea. Por su casa desfilaron Manuel Irujo y Bernardo Estornés Lasa a los que expuso su condena particular y durísima contra los militares que se habían sublevado, animándoles a defender la legalidad republicana.
Cuando las tropas franquistas entraron en Donostia, Arturo Campión se quedó en Donostia, imposibilitado por su salud para cualquier exilio. Nada se supo de él en los dos días siguientes hasta que el 15 de setiembre el Diario de Navarra titulaba “Campión con España”, dando paso después a una nota en la que el escritor navarro “expresaba su gusto en adherirse inquebrantablemente a la Junta Nacional de Burgos”. Nadie en el mundo abertzale creyó en la autenticidad de la nota, tanto por los términos en los que estaba redactada como por su estado de salud. Su ceguera le imposibilitada escribir.
Más tarde se supo que Santiago Ferrer, sobrino del escritor, había sido quien entregó la nota al Diario de Navarra. El tal Ferrer no era sino uno de los oficiales del cuartel de Loiola que se había sublevado contra la República y, sin duda, creyó que dada su cercanía familiar, el escrito pasaría por auténtico. Así sucedió para la historiografía franquista, a partir especialmente de las aportaciones que al respecto añadió Jaime del Burgo. Sin embargo, el columnista Eladio Esparza utilizó las mismas páginas del Diario de Navarra para oponerse a una propuesta para que el nombre de Arturo Campión diera el nombre a una calle de Iruñea. A pesar del montaje propagandístico, la cercanía del escritor navarro con el separatismo vasco pudo más, en esta guerra psicológica.
Tal era la animadversión de los sublevados con el escritor que a Hilario Bayona, natural de Estella, le fue impuesta una multa de las más altas que se recuerdan en la época: 5.000 pesetas por haberse descubierto entre sus libros la novela Blancos y Negros, de Arturo Campión.