La necesidad del análisis de las causas y consecuencias de la conquista

Quizás el título parezca exagerado, pero dentro de la ideología independentista, dependemos del exterior. Las resoluciones de conflictos entre partes enfrentadas, se han definido como problemas políticos, a solucionar diplomáticamente. Considero la diplomacia la mayor fábrica de subterfugios y base de los estudios, que servirán en los conocimientos para la educación, que no es lo mismo que enseñaza.

Pero en cada momento de una época cualquiera, la diplomacia de la política, ha sido convencer a sus interlocutores de la bondad de los hechos en la forma que su autor relata. El trabajo del gobernante ha sido y es convencer al contrario de las teorías o intereses propios, donde naturalmente entra el engaño. Y lo más peligroso es, que el interlocutor que medra, es el que asume el sistema, por lo cual tiene que reafirmar las tesis que lo mantienen.

Se trata de una realidad incontrastable, donde las preguntas crean vacíos: Al escribir la historia ¿podemos describir los hechos de forma amorfa, sin analizar a los responsables de las causas? ¿Fueron veraces los autores de los hechos, cuando ellos mismos dieron la información en su provecho? La deducción es que las versiones oficiales (y en muchos casos únicas), son obligadas doblemente, dado el interés que han conllevado y las estructuras montadas con ellas.

Naturalmente, cuando hoy se sopesan sus hechos como asentados históricamente y sus consecuencias se viven hoy (la unidad a Castilla, la monarquía, las prerrogativas del clero, etc.), la comunicación que nos ha llegado necesita una visión abierta, de cómo nos ha llegado la información, y se impone un estudio de las formas de comunicación empleadas y los objetivos buscados.

Verdades como templos han sido tergiversadas. En la época de los años 1450-1530, agramonteses y beamonteses, no existieron como grupos autónomos (sino en obediencia y dependencia de don Juan y don Carlos de Viana, sus banderas, y las de sus sucesores. La historia de la guerra civil continua, se ha manipulado a favor de quien provocó los acontecimientos. Durante la conquista de Navarra, la unidad de obediencia militar fue total. Los escritores coetáneos, no conocieron beamonteses ni agramonteses con dichas nominaciones. Hoy no se escribe sobre ellos, ni sin aludirlos como tales.

El “pacto” de 1841 no fue tal, sino una ley de Cortes; la Gamazada conllevó la caída de Gamazo, pero no eliminó la política de imposición del gobierno. El 1er cuarto de siglo XX, fue una época en la que el gobierno se fue imponiendo a base de leyes generales, que obligaron al Convenio Económico del año 1927. Ningún Convenio económico fue mejor que el anterior, sino que todos introdujeron nuevas facultades para el Estado, al tiempo que las perdía Navarra. Hecho tan concreto, no tiene correlación informativa de los hechos.

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Foto: CC BY – Miguel (respenda)

Los “agravios” del Estado no se enseñan en las universidades; éstas se dedican a “educar”. La estanqueidad del sistema, también es contraproducente. Parece que la época de Franco fue un hecho muy anterior a nuestro tiempo, pero todavía hoy los académicos que examinan hicieron sus tesis con Franco. Por lógica de vida, no veo a estos doctores calificando a sus alumnos con tesis que contradigan las suyas.

Desde la Universidad hasta la más apolítica sociedad cultural necesita apoyos económicos para sobrevivir o ven limitados sus presupuestos por el sistema, que los juzgará políticamente. Es decir, se hallan sujetas a un status que, como cauce de comunicación, limita la información a la voluntad de quien ejerce el poder en el Estado. Y lo más grave es que sus directrices dependen de ese Estado que gobierna por las leyes generales y condiciona las subvenciones al paralelismo de sus planteamientos.

Desde los diferentes gobiernos de Navarra se ha venido modelando el relato de los hechos, a la convergencia de sus intereses, conservando sus gobernantes la ortodoxia más favorable al sistema establecido, e inherente a dar la imagen de la justicia y bondad de las jerarquías actuales, y consecuentemente de la suya propia.

La historia de Navarra tras su conquista pues, ha venido siendo escrita desde los parámetros de dicho rey católico y sus sucesores, ajustando los relatos según las necesidades del poder y de sus corifeos. Resulta irónico que Navarra haya pasado de ser reino y Estado a provincia autónoma, con una historia oficial, en la que siempre hemos ido engrandeciéndonos, con trastamaras, austrias, borbones, y sus sistemas imperiales, cesáreos y absolutistas. La falta de cambios estructurales para poder disentir de la versión única y manipulada ha hecho que la ortodoxia de los sistemas de la España Plus Ultra, haya impedido contrastar las épocas habidas hasta el presente.

Un importante teórico de la bondad de la conquista de Navarra ha escrito que en Navarra no hubo gran preocupación por escribir sobre su conquista, porque los relatores navarros no le dieron mayor importancia (y eso que me consta que conoce la existencia de prohibiciones para investigar, como le ocurrió a Oyhenart), le lleva a deducir que fue bien aceptada. Pero si echamos un vistazo también a la edición oficial de los jesuitas José Moret y Francisco Aleson, acordada por las Cortes de Navarra (todo dentro de la línea oficial), necesitaron siete permisos escritos y razonados por diferentes órganos (desde la misma Diputación a la Inquisición), para que se diera permiso y se admitiera su publicación.

La Historia que hoy está sin escribir es la silenciada por los gobernantes, que entre tanto, promueven, costean y publican oficialmente relatos parciales y sin el debido contraste. Desde 2007 se viene celebrando el 800 aniversario de la batalla de las Navas y el 500 de la ocupación del reino de Navarra, con relatos y conferencias que desvirtúan la realidad de los hechos. Esto mismo explica y aporta razones para contrastar fuera de las vías para-oficiales. Nos hallamos en plena ofensiva por mantener una versión que, a día de hoy se hunde por sus cuatro costados.

El sujeto actual de nuestro interés, Fernando de Trastamara, rey de Aragón y gobernador de Castilla en nombre de su hija, se montó una trinidad supra-natural que le sirviera de justificación de sus actos, hechos como necesidad. Su eje de poder lo basó en asentarlo a nombre de su hija, por la voluntad de Dios y a favor de la Iglesia. Hizo del sistema su manual irrebatible hasta para el papado, y así lo inculcó a sus embajadores, subordinados y adeptos.

No hace falta sostener como novedad que Fernando de Aragón, llamado por sus coetáneos “griffón” (animal fabuloso de grandes uñas) se valió de falsedades para obtener sus ambicionados propósitos. Lo descubrió tempranamente su coetáneo Maquiavelo y lo expuso como ejemplo de príncipe sin escrúpulos.

Sus actuaciones precedieron a las justificaciones posteriormente declaradas. La ocupación de Navarra fue preparada desde seis meses antes. Lo mismo se vio con las bulas para la invasión, cuya aplicación realizó antes de recibirlas. Rompió las conversaciones con los enviados navarros cuando al mismo tiempo mandó a invadirla a su general que ya tenía preparado. El “texto” del Tratado de Blois lo recibió antes de secarse los sellos prácticamente, desde una distancia de varios días. Cambió su auto-titulación de depositario del reino por la de ser rey “natural” al mes de haber asegurado lo contrario, etc.

Sus manipulaciones han sido ocultadas por la historia oficial, en versión bondadosa para su autor. Y sólo hablamos de las relaciones de Fernando con Navarra, y durante los hechos del corto período menor a un año. Fernando de Aragón actuó en total correspondencia con sus ambiciones. Tanto el rey de Inglaterra (su yerno) como el emperador (su consuegro doblemente) se llamaron a engaño con sus actuaciones, dobleces, marchas atrás y adelantos de actuaciones, malamente explicados.

El falso tratado de Blois sirvió a Fernando para difamar a los monarcas navarros y enfrentarlos con aquellos de sus súbditos que tenían intereses en Castilla. Luego acusó a los monarcas navarros, de agresores a sus reinos, precisamente los agredidos. Actualmente se trata de justificar desde las esferas oficiales, que lo ocurrido fue según los criterios y lógica existente en el siglo XVI, lo que vuelve a ser otra manipulación en defensa del sistema establecido. No se trata de justificar desde el relato, sino de relatar para el juicio de los hechos.

Constata Azcona cómo Fernando el católico preparaba psicológicamente a sus colaboradores. Con su personalidad maquiavélica más que habilidad diplomática, ocultaba a sus embajadores la verdad de sus planes, puesto que, engañados, persuadían mejor a sus interlocutores: “Lo mismo actuaba en persona para ocultar sus intenciones. La afirmación se puede documentar con la preparación de la conquista de Navarra. Fue llevada a cabo durante meses a lo largo de la geografía castellana. Dicha preparación fue, ante todo, una campaña de opinión para conseguir de los pueblos sin resistencia, la prestación de hombres de guerra, de pertrechos y de bastimentos”.1

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El engaño lo aplicó a su propio hijo, el arzobispo de Zaragoza, que pasó a los encerrados de Tudela la noticia de que el mariscal de Navarra, el prior de Roncesvalles y otros ya le habían jurado, creyéndolo verdad, y sin ser desmentido nunca. La falsa noticia todavía hoy se halla en vigor.

En el siglo XVI se carecía de los medios de comunicación actuales, pero por ello, no hemos de situarlos en inferioridad mental. Para mantenerse en el poder el uso de la comunicación era absolutamente necesaria. A partir de ahí, la única distancia existente es la de la ética individual o de grupos. Y para el alcance y mantenimiento del poder, los escrúpulos éticos carecen de sentido, cuando menos hasta el presente, y no creo que avancemos en la línea de corregirlo.

Resulta imposible resumir en un artículo, los planteamientos de cada hecho en sus versiones acertadas y desacertadas, por lo que me limito a dar la versión que estimo más acertada. El hecho es que versiones actuales, ni siquiera fueron realizadas por quienes las vivieron. Las demandas de las Cortes y del ayuntamiento de Pamplona, como instituciones esenciales y unánimes, cuando pidieron el juramento de sus reyes en presencia física en el reino al respeto a sus fueros, ya nunca fueron atendidos.

En el tema institucional no existieron parcialidades, sino que el ayuntamiento de Pamplona y las Cortes de Navarra tomaron sus acuerdos plenarios de forma unánime, sin ser atendidas ni por Fernando, ni por Carlos, ni por sus sucesores, acudieron a jurar los fueros para tomar posesión de la Corona, tal como prometieron. Se limitaron a ratificar los juramentos de sus virreyes, que asentaban en ellos su obediencia previa al monarca.

Todavía el año 1560, las Cortes de Navarra con acuerdo unánime, ofrecieron la Corona de Navarra al príncipe Carlos (hijo de Carlos I), para reinar únicamente sobre este reino, petición a la que tampoco fueron atendidos ni respondidos.2 Las múltiples versiones de respeto a nuestro Fuero y Derecho por los reyes, al “reino de por sí”, o la unión de “eqüe principal”, no se dieron.

Romper el silencio es para mí una obligación institucional. La búsqueda de obtener la aprobación de leyes propias fue infructuosa durante 200 años. Cuando finalmente se permitió publicar la aprobación de la hoy Novísima Recopilación Foral (de nulo sentido jurídico al presente), en 1725, permitiendo sólo las leyes posteriores a la conquista. Los redactores por Navarra intentaron hasta el año 1716, introducir la ejemplar Unión de Pamplona, obtenida como privilegio de Carlos III el año 1423, sin conseguirlo a pesar de la unánime aprobación de hacerlo de toda la sociedad de Navarra, desde sus instituciones de Cortes y del Regimiento de Pamplona. El ansia mostrada por tener leyes propias, y de la continuada labor desarrollada, al par de las impresentables excusas para no realizarlo, es recogido (aunque sin profundizar en las causas y su crítica), en un trabajo actual.3

Todo un reto para animar a la investigación en busca de la realidad histórica, entrando al análisis de las causas y causantes de impedir a los navarros y su comunidad social poseer leyes propias en y de Navarra. En tanto no se asienten estos y otros hechos reales, nos hallamos a falta de cimentar nuestra propia historia.

1AZCONA (1994), p. 287 y n. 10 y 11. Cita a Saavedra Fajardo, en Idea de un príncipe político cristiano representado en cien empresas, p. 692. Valencia 1662.

2ESARTE MUNIAIN Pedro Represión y reparto del Estado navarro (siglos XVI y XVII) La nación vasca, expolio franco-español PAMIELA 2007.

3GOBIERNO DE NAVARRA El fuero reducido de Navarra 1989, Vol. I, pp. 21-94.

http://www.euskonews.com/0626zbk/gaia62602es.html